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La serie británica 'Adolescencia' se ha convertido en un revulsivo de éxito sobre la influencia perniciosa que puede tener en los más jóvenes el abuso ... de las redes sociales, con aplicaciones que pueden resultar adictivas. Esta ficción televisiva revela un fenómeno cada vez más presente en la vida real: esa generación que ha salido de la niñez y que ha entrado de lleno en un mundo tóxico sin llegar a madurar psicológicamente. Un mundo que es un caldo de cultivo propicio en el que ha echado sus tentáculos una nueva realidad delictiva. Y no se trata ya de los hijos de familias desestructuradas, sino que proceden de un ámbito social 'normal' que no sabe ya cómo afrontar un problema que le desborda culturalmente. Se trata de una evolución imparable. El empleo masivo de las nuevas tecnologías y el protagonismo de internet condicionan por completo las conductas de nuestros adolescentes. La gran mayoría de los menores de 14 años tienen acceso directo a internet a través de sus móviles y a algunos de sus contenidos repulsivos en edades bien tempranas en las que se moldea la personalidad y se van madurando determinados valores. El individualismo de la pantallas hace estragos.
Esta alocada deriva nos debe hacer recapacitar. Es necesario abrir un profundo debate social, político y legislativo sobre la edad penal. La ley protege de la responsabilidad penal a los menores de 14 años, que no pueden ser acusados, cuando el aumento de casos es una evidencia también en esas edades. La sociedad asiste con estupor y escándalo a que determinadas patologías características de 'una sociedad enferma' penetren en esta esfera juvenil: que los delitos contra la libertad sexual, los ataques misóginos, el desprecio a las mujeres, la difusión de pornografía infantil, la difusión del odio, el acoso escolar, la extorsión, la falsedad y la prostitución empiecen a convertirse en problemas que exigen de entrada una reflexión descarnada sobre lo que ocurre y una serie de medidas que no pueden aplazarse frente a un nuevo totalitarisno en las redes sociales que hace desaparecer el derecho a la privacidad y a la intimidad. El mal uso de estas herramientas y la generación de hábitos irresponsables de consumo interpelan al conjunto de la ciudadanía. Se hace necesaria una estrategia de respuesta. No está solo en juego el futuro de esta adolescencia al límite. Está juego el futuro de la sociedad.
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