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La obstinada insistencia de Donald Trump en hacerse con los terrenos de Gaza «gratis» y a cuenta de la intervención militar israelí, para vaciarla de palestinos y reconstruir la Franja como un activo inmobiliario-turístico, no solo es desalmada y delirante. Amenaza además con convertirse ... en la enésima causa del enésimo estallido violento en Oriente Medio si la ya endeble tregua entre Israel y Hamás es objeto de emplazamientos mutuos que no están contemplados en los acuerdos de Doha. Hubiese sido legítimo, justo e inapelable que Tel Aviv exigiera de entrada, y con carácter inmediato, la liberación de todos los rehenes secuestrados el 7 de octubre de 2023 por Hamás y la Yihad Islámica. Pero Trump ha pasado de presentarse como mediador antes de tomar posesión del cargo de presidente de Estados Unidos a dictar su propio guion después de la investidura para arrastrar consigo al propio Benjamín Netanyahu.
Su amenaza a Hamás de «abrir las puertas del infierno» si el próximo sábado los terroristas palestinos no devuelven a los 76 rehenes que mantienen cautivos todavía es una intromisión peligrosa y disparatada. Invita a pensar en que el colapso del alto el fuego asoma en el imaginario del presidente estadounidense como la vía más directa para alcanzar el objetivo que pretende, y sin subterfugios: la privatización con valor bursátil del territorio que acumula más siglos de conflicto cruento a orillas del Mediterráneo. Como si esa especulación pudiera contribuir a optimizar la inversión, en tanto que la «nueva Riviera» con la que fantasea se instalaría sobre una suerte de parque temático de la intolerancia extrema.
Es más que probable que una Gaza perimetrada por las Fuerzas de Defensa de Israel nunca dé lugar en la Franja a una sociedad libre entre palestinos y palestinas iguales en derechos, a una convivencia estable entre los súbditos de un régimen de partido único, ni a un entorno que ofrezca un mínimo de confianza a la población israelí porque Hamás y la Yihad renuncien a su próxima revancha. Los afanes expansionistas del fundamentalismo sionista sobre Cisjordania y la práctica desaparición de la Autoridad Nacional Palestina de escena conducen aún más al pesimismo. Pero hasta el más aciago de los pronósticos sobre el futuro de Oriente Medio puede empeorarse si, a pesar de todas las críticas y advertencias, Trump persiste en imponer el obsceno propósito de hacer negocio en un suelo cimentado de dolor.
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