La moción de censura acordada por EH Bildu y el PSN para desplazar a Cristina Ibarrola, de UPN, de la Alcaldía de Pamplona, amenaza con radicalizar la política navarra y la española, y tener derivadas en una dinámica vasca marcada por el relevo generacional. Las ... movilizaciones anunciadas por el PP y UPN contra la operación son un termómetro muy gráfico de la elevada temperatura que alienta una colisión de bloques cada vez más irrespirable y que ha entrado en una fase de inquietante hiperventilación. Las declaraciones subidas de tono por parte de los dirigentes de centroderecha resultan un botón de muestra elocuente. Las palabras no son nunca inocuas y debería procurarse un mayor ejercicio de mesura y templanza, evitando determinadas descalificaciones que exageran y deforman el debate. La protesta pacífica es legítima pero no debe convertirse en un ejercicio de crispación innecesaria que alimente las peores pasiones.

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El peligro de exacerbar los ánimos tampoco puede obviar la gravedad que encierra esta moción. La iniciativa se enmarca en primera instancia en la lógica municipal de Pamplona, pero sería ridículo y absurdo negar que tiene una significación política que cuestiona un principio que hasta el momento había sido una seña de identidad del Partido Socialista: evitar cualquier tipo de pacto de gobierno con Bildu hasta que esta formación no diera un paso más claro de condena del terrorismo. Apoyar la elección de un alcalde aunque no se gobierne con él implica un calibre político muy similar. Sin obviar lo que supone que la violencia haya desaparecido, e incluso admitiendo los avances de la izquierda abertzale a la hora de hacer política, la exigencia ética para que EH Bildu haga una autocrítica sincera de lo que fue la intimidación de ETA, era y es un imperativo moral y democrático.

Esta premisa no puede ser devaluada por el manoseado principio de 'hacer de la necesidad virtud'. Aun cuando por las declaraciones de Pedro Sánchez y de Eneko Andueza, el PSE descarta apoyar a un lehendakari de Bildu y mantiene ese nivel de exigencia, se lanza un frívolo mensaje de confusión a la sociedad y a las futuras generaciones cuando ese desmarque sigue sin producirse. Los riesgos son bastante elevados para el PSN y para el presidente del Gobierno, que recibió en su día el respaldo sin condiciones de EH Bildu para ser reelegido, pero al que se le puede volver este movimiento en contra en la medida en que el independentismo apriete las tuercas. El territorio es resbaladizo para todos.

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