Urgente Cortada la N-121-A por una colisión entre dos camiones que deja dos heridos graves

Pese a todos los berrinches provocados por el tsunami informático derivado del confinamiento –problemas de cobertura, de equipamientos, de incompetencia, de bisoñez, etc.-, parece haber consenso en que alumnos, profesores y familias han respondido de un modo excelente al desafío de la educación telemática. Frente ... a las tentaciones del aprobado general y el desistimiento, la reacción de la comunidad educativa, excepción hecha de la propia Administración, sobrepasada por las circunstancias, ha sido, está siendo, magnífica.

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No me tengo por un forofo informático, pero reconozco que la enseñanza a distancia, salvo en los más pequeños, fomenta la responsabilidad personal a la hora de gestionar las tareas, la interacción en la búsqueda de información, los ejercicios de autocorrección y el método en la gestión de archivos, plataformas, contraseñas y demás. Más como padre que como profesor, con sendos hijos en la ESO y en la universidad, he apreciado el esfuerzo realizado por los profesores, los grupos de alumnos y el hogar en su conjunto para ir sacando adelante las tareas, muchas veces desmedidas, programadas para la semana. Como dice Francesco Tonucci, estos días el libro de texto está siendo la casa misma: matemáticas para pesar los ingredientes del bizcocho, biología para cuidar las plantas, historia para reorganizar el álbum familiar, sí, la educación a distancia paradójicamente nos ha acercado a los familiares, poniendo a prueba capacidades, intereses, apoyos y utilidades de un modo inesperado. De forma un tanto abrupta, se ha roto la secuencia de clases interminables, una tras otra, hasta seis, a las que el alumno acude pasivo y desganado para escuchar al profe de turno. Vale, no siempre es así, pero lo que pretendo decir es que no podemos desperdiciar todo lo aprendido en esta experiencia telemática recayendo, en cuanto se pueda, en las clases convencionales en las que vuelve a palidecer el protagonismo del alumno.

Ojo, que tampoco todo son excelencias. Me alarma especialmente el abuso de los ejercicios tipo test, ya sea en las tareas habituales o en los exámenes. En nombre de una supuesta objetividad se corre el riesgo de abusar del conocimiento memorístico que, a su vez, genera la picaresca de copiar y la obsesión de los profesores por no ser copiados, llegando a extremos de normativizar los segundos disponibles para cada respuesta, en un bucle creciente de ansiedad y sinsentido. Puede que sea una deformación filosófica pero echo de menos en las tareas de mis hijos los trabajos de elaboración propia donde haya resúmenes, redacción, relación, refutación y algo de pensamiento propio, en fin, pura nostalgia de la escolástica. Tampoco hay duda de que tanta pantalla cansa y ayuda a añorar la presencia directa de un profesor, más cuando en tantos hogares del País Vasco son muchos los padres impedidos de ayudar a sus hijos escolarizados en euskera, una lengua muy querida pero ausente en muchas casas.

La educación sanitaria y la formación cívica han de coger relieve para sacar provecho de la interrupción vivida

Con todo, y ya pensando en el nuevo curso, parece forzoso buscar un equilibrio entre lo virtual y lo presencial, al menos de la ESO para arriba. Los imperativos sanitarios e higiénicos imponen unas dificultades tremendas a la hora de ajustar horarios, grupos, espacios didácticos y equipamientos, por lo que sería deseable, si apostamos por una presencia diaria del alumnado de Secundaria, fomentar una mayor autonomía de los Centros para gestionar espacios y recursos informáticos y poder combinar lo presencial y lo virtual en el propio Centro, dando más presencia a las tutorías de profesores y alumnos de cursos superiores, así como de universitarios en prácticas. Organizar semejante jaleo es un desafío tremendo para los equipos directivos, ya sobrecargados de trabajo y con escasa compensación económica y profesional. La enseñanza privada y concertada se salva gracias a la estabilidad de sus equipos directivos y la pública naufraga con equipos altamente provisionales, con sus componentes nombrados a dedo por la Inspección o aceptando el cargo por pura profesionalidad, sin incentivos que compensen la desmedida carga de trabajo y la complejidad de una gestión que se quiere abandonar en cuanto ha pasado el tiempo necesario para aprenderla.

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Si queremos sacar provecho de la interrupción académica padecida, no nos bastará con planificar y prevenir los riesgos de una nueva pandemia. Materias como la educación sanitaria y la formación cívica –el Estado, las normas, las leyes, las multas...– han de cobrar un nuevo relieve tras el confinamiento. La tecnología puede facilitarnos mucho la tarea pero mejorar las condiciones laborales de los equipos directivos, facilitar recursos técnicos y humanos para generalizar la educación virtual y dar libertad a los Centros para que sea la propia comunidad escolar quien gestione los cambios necesarios, son algunas de las tareas pendientes de la Administración educativa.

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