Adoro a Melchor, Gaspar y Baltasar, que venían de Oriente y de los que de niños no sabíamos más allá de que traían oro, incienso y mirra. Oriente sonaba bien. Mejor que suena hoy Oriente Próximo. Había una colonia que se llamaba Maderas de Oriente ... y un tren glamuroso y lento, el 'Orient Express', también vivían en Oriente Aladino y Omar Shariff.

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Lo mejor de los Reyes era poder soñarlos tan mágicos y poderosos que podían visitar en una sola noche todos los hogares donde había niños. Ahora, digo yo que serán virtuales y sus dones, de alcance y poder casi infinito, pero ni aún así serán capaces de hacer felices a los niños de los países en guerra. La escasa demografía del Primer Mundo mira sometida y bajo los narcotizantes efectos del bienestar cómo se recorta la natalidad a base de bombazos. Las escenas de los pequeños demediados como muñecos de trapo en Palestina se vuelven tan cotidianas que nos vemos obligados a mirar el mapa por donde venían los Magos para averiguar si está cerca o lejos de casa. Esa tierra, que no puede encontrar la paz sin los poderosos, vuelve a llenarse de malos presagios cuando en Irán estallan suicidas y en Líbano un dron alcanza a uno de los dirigentes de Hamás.

Ya nada está lejos. La geopolítica despliega el mapa y compra un puntero nuevo para 2024, con el fin de señalar los puntos en los que el ángel de la guarda, americano, permite prolongar los conflictos donde la paz no es posible. Sería interesante que los seres humanos no nos acostumbráramos a saber que hay lugares donde se muere de realidad para que nosotros huyamos hacia el metaverso.

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