Llevo mal lo de los privilegios, especialmente la de aquellos que poseen una fortuna indecorosa. Me pone de los nervios el turismo espacial, los aviones privados que acuden a las cumbres del clima, las colecciones de relojes de los futbolistas y los vestidores repletos de ... bolsos de marca y zapatos de sus esposas que son, además de horteras un pecado mortal que diría mi abuela. Todos pensamos -y ese 'todos' se refiere a los que llevamos una vida corrientita- que si estuviéramos en su caso haríamos gestos generosos y espectaculares con nuestras fortunas. No sé yo. Que levante la mano el que no ha jugado alguna vez a especular con qué haría, qué compraría o a donde iría si tuviera esos dinerales que no sabemos contabilizar ni con palabras.

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Si me están leyendo desde una de esas hamacas que ponen en las playas con sombrilla de paja y sombra de la buena, jueguen con su vecino a desear lo imposible. En Ibiza, esa isla preciosa donde hace unas décadas uno podía estar en 'alfa' hasta en el aparcamiento del puerto, los 'snobs' millonarios que la frecuentan han descubierto que existe una figura llamada «concierge» o «asistente personal» que por 500 euritos del ala te reserva la hamaca en primera línea de playa para que no tengas que madrugar. El negocio lo ha montado una británica que ofrece servicios de alto standing y que al final de su temporada puede ser una de esas empresas con beneficios escandalosos. Ella, por un precio nada módico, proporciona barcos en lugares discretos y hermosos, con tripulaciones no menos discretas, reservados en los mejores clubs y mesas para cenar cinco minutos antes de las diez.

A estas alturas del partido, cuando la moral y la ética hace tiempo que saltaron por la ventana, no voy a venirme arriba ni a impedir que estos seres financieramente superdotados se deslicen por la vida. Lo único que me gustaría es que tuvieran presión fiscal, impuestos, y no precisamente simbólicos; una manera de tragarse el sapo es pensar que al menos su vida entre algodones nos aportará para construir hospitales o carreteras. Pero, ojito, lo mismo quiero para los representantes españoles en el Parlamento europeo, diputados, senadores, miembros de las cámaras autonómicas y un largo etcétera que se parece a cuando uno nombra los cargos de las monarquías en la época absolutista. Estos señores y señoras, que salvo honrosas excepciones no viajan en metro, están eximidos de impuestos en alrededor de un 39% y en concepto de sus jugosas dietas, aunque no acudan a su lugar de trabajo. Pero la verdad es que tengo más esperanzas en que los lerdos de Ibiza a los que me refiero se caigan del caballo y vean la luz que a nuestros ilustres se les ocurra cambiar las leyes que les afectan a su bolsillo; tan poco social, por cierto.

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