![Encrucijada](https://s2.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/201911/11/media/cortadas/50056848-kCsF-U90660613637lzE-624x385@Diario%20Vasco.jpg)
![Encrucijada](https://s2.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/201911/11/media/cortadas/50056848-kCsF-U90660613637lzE-624x385@Diario%20Vasco.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
La suerte de las elecciones estaba echada de antemano: no iba a repetirse la circunstancia de abril, cuando pareció muy factible formar Gobierno al PSOE. El voto anterior de los Presupuestos dejó ya ver claramente que no era lo mismo sacar del Ejecutivo al PP ... que consolidar en el mismo al PSOE. Aunque luego, a la vista de los resultados del 28-A, pareciera al alcance de la mano una reedición de la anterior convergencia en torno al eje PSOE-Podemos. Pedro Sánchez se sintió seguro: su partido era el único capaz de formar Gobierno. Probablemente no había leído el dictamen de Quevedo sobre esa España que había obtenido tanto sobre todos, y estaba por ello expuesta a «que te [lo] quieran a ti España quitar todos».
Bastó con que Pablo Iglesias hiciera lo que siempre hace, sin engañar en esto a nadie: pensar exclusivamente en sí mismo, aunque se hunda el mundo, en este caso el Gobierno de alianza de izquierdas. No le fue suficiente con arrancar a Sánchez un Ejecutivo de coalición, sino que mantuvo su exigencia de imponerse, aun sobre el engaño de unas políticas de empleo ficticias. Y la jugada de julio se repitió en septiembre.
Ante la incapacidad de la izquierda para formar un gabinete, cundió el desencanto, singularmente entre los socialistas. Y de acuerdo con la teoría de los vasos comunicantes, el descenso del PSOE ha sido compensado por el ascenso de la derecha, con una particularidad: la deriva de muchos votantes hacia Vox, un partido neofranquista que supo aprovechar la inseguridad ambiente. Por si no fuera suficientemente grave el estallido de la movilización independentista en Cataluña, tan beneficioso para Vox, su irrupción implicaba una ruptura de los equilibrios políticos tradicionales, sumada a la desestabilización promovida por Podemos en la vertiente opuesta. La insoportable subida de la tensión en el debate político, fruto de lo anterior, es un indicador de que estamos en una crisis de nuestro orden democrático, con Cataluña como epicentro, cuya resolución debe imperar ahora, a la vista de los resultados electorales, por encima de cualquier otra consideración.
La fractura en la izquierda se consumó. Antes pudo augurarse un socialismo de lo posible, donde la gestión socialista enlazara con la presión de Podemos. El fracaso recayó entonces sobre ambas formaciones, en especial sobre quien vio rechazada su oferta. El problema aquí es que la intensa, casi obsesiva, campaña de Iglesias, invirtiendo la realidad, caló en la opinión pública y ha sido un factor importante de desprestigio de Pedro Sánchez, como culpable del 10-N. En el discurso electoral del líder de Podemos, la derecha no existió; todo se centró en erosionar al presunto aliado.
Iglesias ha sido el hombre de las mil caras. Conciliador y defensor del orden en Madrid; en Barcelona, abogado de los «presos políticos», crítico de la policía escudándose tras Amnistía Internacional. Incendios olvidados. Son argumentos para reforzar una desconfianza ante una formación en la cual Iglesias, Colau y el líder de Podem se conciertan para emitir mensajes para todos los gustos, que desembocan en la autodeterminación. Confusión irremediable.
El PSOE se adaptó mal a la coyuntura desfavorable. Muestra: Sánchez nervioso, inseguro en el debate. Las expectativas del 28-A se vieron truncadas, y por eso era necesario desenmascarar las posverdades de Iglesias y formular nuevos objetivos sobre Cataluña, donde si el diálogo fracasó, fue por el muro Torra. Poco podía hacer el Gobierno ante una guerrilla urbana, amparada desde la Generalitat. Pero la impresión mayoritaria ha sido que falta visión de futuro. En la sombra quedó el proyecto federal de Granada. Consecuencia: desilusión y más abstención, estancamiento en votos y escaños. Salva los papeles por suponer la única fuerza de izquierda capaz de frenar al neofranquismo.
En definitiva, mientras con los partidos catalanes tampoco es posible contar, haya o no coalición PSOE-Podemos la oportunidad de julio para la izquierda se ha perdido. Ahora solo cabe esperar una coalición amplia pero frágil, ante el desafío catalán.
El ascenso registrado por la derecha tiene en todo caso una limitación: tampoco suman, porque tendrán enfrente a una izquierda más numerosa y a todo el bloque nacionalista, sin fisuras una vez que PP y Cs suscriben la atentatoria política de ilegalización de partidos «separatistas». Aun cuando la triada ha quedado por encima del PSOE -el PP se ha acercado, pero sigue lejos-, se encuentra lastrada por el extremismo, ahora demasiado visible, de Vox. Así que las elecciones de ayer han roto los equilibrios internos, con el bien ganado desplome de Cs, desde el centro al costoso acercamiento a Vox, convertido incluso en amenaza para el PP. Más allá del éxito de la extrema derecha en votos y escaños, se plantea la pregunta de si sus grandes temas de propaganda -acabar con el Estado de las autonomías, desencadenar el odio contra la inmigración, estado de excepción frente al independentismo- responden a una mentalidad latente que los asume en sectores de la población española. Las posiciones del PP, incluso en momentos de máxima dureza sobre Cataluña, no eran las de Vox. La convergencia de ambas opciones está por fortuna en un callejón sin salida.
Más aun cuando la asociación entre independentismo y violencia, a pesar de la complicidad tácita de Torra y los suyos con los incendiarios, ha dado un nuevo paso electoral hacia la mayoría. La intimidación ejercida sobre la sociedad catalana sigue dando frutos, mientras el frente de las sentencias -ERC incluida- les mantiene amparando la desestabilización. Una opción firme, ateniéndose a los escaños obtenidos, sería la coalición PSOE-PP. Muy difícil. Más coherente, el frente amplio. Es débil. Y Pablo no aprende. Solo piensa en su llegada al gobierno o en destruir, mientras ataca al PSOE. Es el obstáculo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.