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Qué alivio! Ya pasó el trago amargo y no salió mal del todo. Qué relajación. Votamos el mal menor y después nos echamos a dormir tranquilos hasta la próxima vez. Los resultados del 28-A nos permiten mirar al pasado sin ira, con la lucidez ... que da la serenidad adquirida, para encontrar claves inéditas en nuestro devenir carnavalesco. Hemos matado el miedo del presente, pero eso no garantiza nada en el futuro, el error o el terror por venir. Cernuda escribió que España no era una madre sino una madrastra. Una gran madrastra cruel, como pensaba Larra. Sin embargo, España nunca fue fascista, ni siquiera bajo la cuarentena franquista, ni comunista, por más que en el 31 celebrara la fiesta libertaria de la Segunda República y en el 36 ganara el Frente Popular. España es conservadora de un modo genuino que Aznar y Casado nunca comprenderán. No es fácil. España es antigua y tradicional, como el terruño de la Península ibérica, pero no reaccionaria al estilo de la derecha torcida o retorcida. Mucho más que unas elecciones, o un plebiscito sobre la eficiencia del CIS, como dicen ciertos tertulianos que ven con estupor la ruina de sus cálculos interesados, nos hemos sometido a un test psicológico para saber cuán fachas somos y lo superamos con holgura, al revés de otras democracias más desgastadas. Debíamos descubrir, cuarenta años después, qué mensaje cifrado inscribió el franquismo en nuestro inconsciente. La atracción por el reverso tenebroso de la identidad española ha sido vencida, de momento, mostrando al mundo que la especial virulencia de la crisis económica tampoco causó estragos anímicos incurables.

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