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Falta menos de un mes para la cita electoral vasca. La seguirán, el 12 de mayo, las elecciones catalanas y de nuevo el 9 de ... junio volveremos a las urnas con los comicios al Parlamento Europeo; ahora es el momento de la Política Vasca con mayúsculas, tras haber quedado un tanto desplazada en la dimensión de agenda de la ciudadanía vasca debido a la 'estatalización' de la política, por un lado, y a la compleja dimensión geoestratégica mundial por otro, que constituyen dos polos de atracción del debate y de las preocupaciones.
¿Qué factores van a incidir en las elecciones al Parlamento vasco? El simple cambio de personas al frente de las instituciones no es suficiente para recobrar la confianza ciudadana y para fortalecer su capacidad para vertebrar Euskadi. Llega la hora de la verdad, y la última palabra la tenemos siempre los electores. Los partidos preparan la cita con una combinación de siglas, candidatura y programa. La campaña es el momento de la diferenciación, de la búsqueda del contraste frente a las alternativas. Y es necesario que esos tres vectores aporten pulsión competitiva y también voluntad de cooperación y de construcción.
Albert Einstein afirmó que en las épocas de crisis es más importante la imaginación que el conocimiento; la cita podría ser oportuna, porque en estos momentos de precampaña hay un concepto que causa furor en la política vasca: la alusión a la renovación política; parece haber una competición dialéctica entre los partidos a la conquista de este nuevo terreno político marcado por la innovación, y podría pensarse que todo partido (y sus líderes) que no responda a esta exigencia de regeneración estará abocado al fracaso. ¿Es realmente así? La apelación a la renovación política se ha convertido en una especie de mantra que emerge en todos los discursos, pero cabe preguntarse si es suficiente para poder gestar nuevas confianzas entre los electores o para reafirmar las ya existentes.
¿Qué significa en realidad el concepto de renovación? La acción y efecto de renovar se asocia a modernización, actualización, reforma, rejuvenecimiento, regeneración, a transformación, y etimológicamente deriva de 'renovatio', que significa restaurar, modernizar o cambiar una cosa sin validez por una nueva. Cabría preguntarse si el votante reclama renovación por renovación, si es esa la clave para rescatar la confianza perdida en la política, y también cabría reflexionar acerca de cómo ha de ser una renovación de verdad, real y efectiva, y si solo han de renovarse las personas, o también, como parece más lógico, los proyectos y las formas de hacer política.
Y junto a esa circunstancia de enquistamiento o encorsetamiento de la política, asistimos a otra novedosa derivada que hace más imperiosa la necesidad de esa renovación: el mundo político se ha convertido en algo muy parecido a la moda. La lógica de la moda ha invadido a la política, y la moda funciona con dos mecanismos, el de innovación, presentación de la temporada y obsolescencia. Pero muchas veces la innovación en términos de moda es una reposición de cosas viejas. Esa lógica está funcionando también en la vida política.
En este contexto preelectoral entra en juego una importante tendencia: frente a la efervescencia dialéctica de Bildu se construye la estrategia del nacionalismo institucional representado por el PNV orientada a intentar seguir vertebrando el país como cauce central político. Más allá de esta disputa por la hegemonía, es deseable y necesario que los debates y los futuros programas muestren la oferta de cada formación sobre el futuro de nuestro autogobierno y el alcance de nuestros derechos históricos, porque confrontar sobre tal cuestión troncal supone debatir sobre riqueza social y su reparto responsable. Todo eso está en juego y por eso merecerá la pena ir a votar.
La agenda política y probablemente la campaña retranquearán en parte el protagonismo tanto de la dimensión identitaria como el de la territorial o la cuestión de soberanía, y se concentrarán en los modelos de sociedad que cada formación propone, en cómo gobernar en tiempos tan complejos así como en el ámbito socioeconómico, energético y medioambiental, junto a las vertientes clave de los cuidados, los derechos sociales y la dimensión de la persona (con cuestiones vinculadas, entre otras, a feminismo y género).
Una verdadera renovación exige autocrítica, por un lado, y por otro voluntad para no solo tratar de combatir los problemas que pueda tener una formación política, sino para indagar y profundizar en la raíz de los mismos. Inventariar los problemas es insuficiente. Hay que reflexionar y actuar sobre las causas. La asincronía entre los procesos de reflexión interna de las formaciones y el sentir ciudadano acerca de los problemas que le preocupan exige superar la fase de meros enunciados de políticas y pasar al aterrizaje de propuestas concretas.
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