El espacio público es el lugar adecuado de la política, de la dialéctica, de la conversación, de la palabra reflexiva, de la construcción de un ethos común a todos los ciudadanos. El espacio privado es el lugar del individuo, hombre o mujer, no compartido por ... nadie que no sea invitado al encuentro y cuya participación no sea deseada o impulsada de alguna manera. Lo privado se opone a lo público. Pero, a veces, por circunstancias determinadas, por interés, casualidad o desidia, lo privado se convierte en público, y, también puede suceder que lo público se vuelva privado, y lo que debe ser conocido y reconocido por todos, accesible al menos, se convierta en secreto. El secreto de estado significa la privatización de decisiones públicas, con la excusa de la seguridad, o por otros motivos nunca confesados, pero asumidos. El secreto propio se pierde, asimismo, cuando se hace extensible a la sociedad y es compartido por los demás, en un modo quizás no deseado, o quizás buscado. En la actualidad, la frontera entre lo público y lo privado es más abierta que nunca. ¿Puede tener vida privada el presidente de gobierno? ¿el de una comunidad autónoma? Por supuesto. ¿La tiene realmente? ¿La tenemos?
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Cuando nos adentramos inocentemente en las redes sociales, buscando, en primer lugar, información accesoria sobre las personas a quienes tenemos aprecio, o cierto nivel de estima, cuando la encontramos, porque las redes no son laberínticas, como los jardines franceses de la época dorada del barroco, sino autopistas enormes y bien señalizadas, si, desde nuestra autonomía, y desde la curiosidad sana, nos atrevemos a participar, con mayor o menor nivel, otorgando un «me gusta» a las imágenes o textos que acompañan al objetivo de la búsqueda, estamos contribuyendo a que lo privado, a veces en un grado enorme, rozando el territorio de la intimidad, se vuelve más público.
La intimidad es lo más privado, lo que está más adentro. No se refiere al cuerpo desnudo, a sus flujos y reflujos, a sus continencias e incontinencias, abarca también el pensamiento y ese mundo oculto e inescrutable a veces, que es la conciencia de sí, el amor propio y esa intrincada y complicada red de afectos y pasiones, de sentires y deseos.
Lo íntimo puede convertirse en público, pero lo íntimo público o publicado es un contrasentido, en su extensión. Porque más allá de lo íntimo no hay nada visible, el silencio tal vez, cada vez más lejano y ajeno: una sombra que huye.
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