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Reír y llorar son dos maneras de estar en el mundo, entendiéndolo. No hay dos risas iguales, ni tampoco habrá dos llantos que se asemejen ... como dos gotas de agua. Llorar siempre ha sido sinónimo de llover; la lluvia es una especie de llanto que moja todo lo que va pillando. Llorar es, de alguna manera, lloverse, volverse hacia adentro.
Pero la risa es diferente; se asemeja al viento que sopla desde el norte; al trueno que se escucha rebotando entre montañas; al trombón de varas, tocando la cabalgata de las valkirias. Hay risas salvajes, como rugidos de león o del mar bravío; hay risas mansas, como balidos de oveja, de animal lanudo; hay risas bárbaras, hay risas civilizadas, hay risas libertinas y hay, también, risas escapadas de un circo sin domadores.
Las causas que empujan a la risa son, casi siempre, culturales. A quien se ha educado en el arte de la sonrisa con Chaplin, poca gracia le hacen los humoristas actuales, salvo excepciones, porque la gestualidad cuenta como la palabra; lo que no se dice vale tanto como lo todo aquello que sí se enseña. Los jóvenes se ríen por causas que a los mayores no les parecen demasiado risibles, pero también es cierto que no todos los seres humanos tienen igual sentido del humor. Hay quien nace con tal condición; y hay quien, a pesar de esmerarse con esfuerzo, jamás consigue mostrar una sonrisa, o algo similar. Hay personas excepcionalmente dotadas: no solo se ríen, que es bueno, sino que hacen reír, que es todavía mejor. Los niños, sin embargo, se ríen por las mismas razones en todas partes. Es una risa sana, amable, inocente, que lo inunda todo, como una riada imparable.
Reírse de los males que aquejan a una sociedad es el mayor síntoma de que se pretende, al menos, espantarlos y curarse al fin. Los dictadores, los fanáticos y los inquisidores no han sido muy partidarios del humor y del chiste; su visión de la vida es triste, grave y oscurantista, asolada por supuestas culpas y evidentes castigos. Cuando una dictadura, banda o mafia, es objeto de burla, motivo de escarnio y habladurías, causa de la risa más socarrona, es que esa dictadura, banda o mafia está acabada. Se puede soportar la derrota, la traición, la humillación incluso, pero nunca jamás el sentimiento del ridículo.
Ha vuelto 'Vaya Semanita' a la televisión vasca, y es una noticia agradable. Esta sociedad no es como la de entonces, ni mucho menos, pero la risa no tiene edad, y hay cosas que, por fortuna, tardan en envejecer.
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