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Mirando en la televisión, sin demasiado interés, sin prejuicio, un programa de entretenimiento trivial, me llamó la atención que el presentador preguntara a un famoso ... actor teatral qué tres cosas se llevaría él a una isla desierta. La sorpresa no fue causada por la clase de pregunta que era. Hace tiempo que nadie la plantea, porque no quedan muchas islas desiertas y porque en las que quedan poco puede hacer el ser humano para sobrevivir dignamente. Ni siquiera sirve como metáfora.
La isla, alejada de la tierra, rodeada por el mar, apenas accesible, ha significado la preeminencia de la naturaleza sobre la civilización, la posibilidad de un paraíso: la utopía. Debido a los avances tecnológicos, toda isla puede ser alcanzada, conquistada, colonizada, arrasada y abandonada. El lugar de la huida en esta época de miedos incesantes es un refugio nuclear; pero nadie se lleva tres cosas, ni va solo. Se espera salir de allí algún día y, tras la supuesta e imaginada catástrofe, repoblar la tierra o lo que haya quedado de ella. Con esa esperanza hipotética, los refugios se llenarían de animales, de semillas, de hombres y mujeres sanos y fértiles, poseídos de esa hermosura antigua y extraña, física y moral: un arca de Noé en la era postnuclear, para todos los precios. Sólo se salvaría lo que fuese útil para tan encomiable y útil misión.
El actor respondió, aceptando la tesitura y el formato televisivo, que se llevaría a la isla desierta dos cosas que amaba especialmente, cualquier libro de Shakespeare y una guitarra, y también a su perro, compañero en sus momentos de alegría y de tristeza. Añadió que nada más salvaría.
¿Se salva aquello que se ama?, o ¿se ama aquello que se ha salvado? He ahí la cuestión, como escribió Shakespeare. Si una persona tuviera el poder de salvar algo o a alguien, ¿se guiaría por los sentimientos afectivos como el amor, la amistad, la simpatía, la piedad, o simplemente por la estricta e ineludible necesidad? ¿Salvaría aquello que ama, o aquello que necesita para salvarse a sí mismo, y de esa manera sobrevivir?
Conozco gente que piensa que vamos directos a la desaparición y que nada ni nadie merece ser salvado del desastre. Algunos se van extinguiendo lentamente, castigándose e infringiendo a sus cuerpos mil suplicios y muchísimas más crueldades. Otros, se van salvando ellos mismos, sin importarles la suerte de los demás, sin preocuparse por otro destino que no sea el que creen suyo. La soledad también es eso.
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