Se equivocan quienes ven el Mundial de Catar solo como un colosal negocio planetario. Según el papa de la Iglesia del Dios Esférico, Gianni Infantino, a la FIFA le mueve menos importar petrodólares que exportar derechos fundamentales como la libertad, la igualdad entre sexos y ... la pluralidad cultural. Vamos, que hay una Cruzada balompédica en marcha para llevar la modernidad humanista occidental al medieval Oriente, un nuevo Lepanto a base de chuts, coca-colas y adidas.
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Tan beneméritas intenciones han recibido inmediata réplica de los cataríes: todo el peso de la ley islámica recaerá sobre aquellos hinchas que consuman alcohol en público, tengan sexo fuera del matrimonio, se vistan inadecuadamente y sobre las mujeres que dejen ver más carne de la cuenta fuera de las playas privadas. Al tiempo que los emiratíes lanzaban esas advertencias, el Consejo de Estado francés ratificó la prohibición del burkini en las piscinas públicas. O sea: aquí, prohibido vestirse demasiado; allí, prohibido desvestirse en exceso. Toda una lección de relatividad cultural.
Hojeando determinadas páginas de la historia nos llaman la atención las semejanzas entre los discursos de los actuales guardianes de la 'sharía' y los de nuestros viejos inquisidores católicos. A inicios de la década de los 50 −en términos históricos, ayer mismo−, se celebraron dos Congresos Nacionales de Moralidad en Playas, Piscinas y Márgenes de ríos (¡toma sistematismo!). Sus conclusiones retratan a una España 'ayatolizada': «El Congreso pide angustiosamente (sic) al Poder Público que ponga coto a la invasión paganizante y desnudista de extranjeros»; que se instituya una 'Legión de la Decencia' como auxiliar de la policía encargada de vigilar, señalar y sancionar a quienes no respeten las leyes vigentes en materia de moralidad; que se prohíba «la promiscuidad de sexos» en los establecimientos de baños. Y todo en ese plan...
Sin que justifiquemos a quienes aún hoy promueven el rigorismo moral y el fundamentalismo religioso como instrumentos de control social, consideramos saludable recordar que ideas sustancialmente parecidas gozaron de enorme popularidad entre nosotros. «Tenemos por aborrecibles la libertad de conciencia, la libertad de los cultos... Queremos luchar contra el liberalismo, el progreso y la civilización moderna». ¿Lo dice un imán islámico? No, era la ideología de los integristas durante su esplendor electoral en Gipuzkoa. Por rematar paralelismos: más o menos cuando se fundó la Real Sociedad...
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