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La crisis catalana proyecta sobre la política española una divisoria que no acaba de cuajar, ni siquiera tras el escrutinio de las autonómicas andaluzas. El independentismo ha sido la causa principal de que la derecha se haya dividido en tres opciones que, sumando, pueden dar ... lugar a una mayoría inédita por sus sesgos reactivos. Pero por ahora no está tan claro que eso vaya a ser así, ni desde el punto de vista electoral ni, sobre todo, en cuanto a la mínima cohesión que ello requeriría entre PP, Ciudadanos y Vox. La crisis catalana actúa, a la vez, como factor convergente y divisor de la derecha. Unifica sus mensajes a la contra, no solo del independentismo, también del socialismo de Sánchez. Pero el propio enconamiento de posturas deriva en el pronunciamiento de matices que fracturan el lado derecho del tablero político, interpelado por el emergente Vox. Todo está a expensas de que el alma centrista de Ciudadanos haga de la entente en Andalucía una excepción que no tenga porqué reproducirse en otros ámbitos, y de que la identidad territorial del PSOE reaccione frente a las pretensiones soberanistas hasta alejarlas de la izquierda española.
Ganar tiempo es el propósito que Pedro Sánchez trata de convertir en estrategia. Obedece a un comportamiento instintivo, orientado a hacer de la necesidad virtud. Las autonómicas andaluzas pusieron a Sánchez entre la espada del adelanto electoral y la pared de su mantenimiento en la presidencia. Una presidencia obtenida gracias a que la condena política de la corrupción del PP de Rajoy le dio la oportunidad de recabar la anuencia del resto del arco parlamentario, frente a la urgencia de Albert Rivera por convocar nuevos comicios. Ahora, de nuevo, el temor a un adelanto electoral es lo que podría concitar los apoyos que Sánchez precisa para prolongar la legislatura hasta el horizonte del otoño de 2019; con la incierta esperanza de que así pudiera dejar atrás las sombras de un eventual revolcón hacia la derecha. La clave estaría en la desactivación de la crisis catalana como factor desestabilizador, emplazando a ERC y al PDeCAT a posponer las citas electorales en España y en Cataluña.
La coincidencia de intereses más palpable es la que sintoniza al PSOE de Sánchez con el independentismo catalán y el nacionalismo vasco, pasando por Unidos Podemos, en torno a la conveniencia compartida de ganar tiempo al tiempo. Hace seis meses nada parecía más temible para el soberanismo que una disolución de las Cortes Generales que propiciara el ascenso de Ciudadanos. Seis meses después son la emergencia de Vox y el cambio introducido por Pablo Casado al frente del PP lo que inquieta a independentistas y nacionalistas ante la eventualidad de una involución autonómica más aguda que la recentralización de la que se advertía hace medio año. Hasta hace medio año tal anuncio parecía constituir una fuente nutricia para el agravio y la reacción del ánimo independentista frente a una España reacia a la plurinacionalidad. Pero la ilusión rupturista de que el Estado constitucional resultara finalmente fallido fue desvaneciéndose. Hoy la involución anunciada en materia de autogobierno y de libertades de la mano de Vox no alienta reacciones rupturistas, sino que despierta temores que el independentismo no había sentido desde los años 80.
Puede ser un momento inmejorable para que soberanistas e independentistas aprecien por fin el autogobierno 'realmente existente'. No sea que la obcecación por hacer realidad algo irrealizable dé lugar a una sociedad partida y a una autonomía fallida sin nada mejor a cambio. Una parte notable del independentismo catalán se ha hecho consciente de que ya no puede albergar esperanzas en la espiral de los despropósitos, apurando las oportunidades que pudiera brindarle la exacerbación del nacionalismo español. Sabe que es mejor para sus intereses atenuar la confrontación, aunque no sepa a ciencia cierta cómo hacerlo. Porque no sabe de qué manera enfriar los ánimos encendidos desafío tras desafío hasta octubre de 2017, aunque sea consciente de que de él depende la derechización o no del poder político en España.
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