Como gatos de mirador
Giputxirene ·
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Giputxirene ·
La conversación interior ayuda a gestionar la vida y a mantener el rumboSe imaginan una larguísima cola de gente esperando para ver una película de divulgación científica sobre la concepción, la gestación y el nacimiento? ¿Pueden creerse ... que hubiera que montar un retén de primeros auxilios en el cine para asistir a quienes se desmayaban ante la visión de un parto? ¿Es concebible que la policía irrumpa en una sala para suspender el pase de un documental ante el 'escándalo' de que se exhibiera una rectoscopia (imágenes tomadas por una cámara introducida en el ano)? Suena a delirio, pero es historia. Historia de un país al que hace cincuenta años le traían de cabeza los misterios del organismo.
Esto explica, al menos en parte, por qué las Jornadas Internacionales de Cine Médico de San Sebastián se convirtieron en un fenómeno que trascendió el interés de los profesionales de la medicina. Un acontecimiento de 'Ciencia, cultura y sociedad', como atinadamente titula Pedro Gorrotxategi el libro que ha escrito sobre el tema y que pronto se presentará en la sede del Colegio Oficial de Médicos.
En un primer nivel, su lectura ilustra sobre el salto que ha dado la medicina desde 1968, año en que un grupo de médicos guipuzcoanos puso en marcha el certamen como instrumento para la formación de los profesionales, el estímulo a los estudiantes y la educación sanitaria de la sociedad ante la urgencia de una 'cultura de la salud' que fuera más allá del mero tratamiento de la enfermedad como lo enfocaba el sistema público franquista.
Un segundo acierto del equipo promotor que encabezó el doctor José Luis Munoa fue hacer de San Sebastián un escaparate de técnicas por entonces vanguardistas como la tomografía o los trasplantes, trayendo a figuras mundialmente famosas como el doctor Barnard o la doctora Aslan que envolvieron la ciudad de un glamur de bata blanca. Y, en tercer lugar, las Jornadas consiguieron abrir una pequeña ventana de libertad en el opresivo ambiente de la dictadura.
Dicho sea esto último con sus matices. Pues, según recordó Javier Sada en este mismo periódico, las cintas científicas también debían pasar censura previa y podía ocurrir que tras dar su visé la autoridad gubernativa se arrepintiera, como ocurrió con el 'patinazo anal' arriba mencionado. Sea como fuere, la habilidad de los organizadores para responder a la curiosidad sexual (que es siempre más fuerte que el sexo mismo) y para abordar temas de interés médico y social hicieron de aquellas Jornadas un hito que merece ocupar un lugar en la memoria colectiva. A ello contribuye el doctor Gorrotxategi con su estudio sobre las 23 ediciones de las Jornadas de Cine Médico.
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