El pensamiento de las Luces descubrió un procedimiento eficaz para ejercer la crítica de la sociedad y de su sistema político, sin los riesgos de la frontalidad y con un distanciamiento que reforzaba el valor de las observaciones: el viaje filosófico. Montesquieu patentó el hallazgo ... con sus 'Cartas persas', Cadalso le siguió entre nosotros en sus 'Cartas marruecas' y en Rusia reprodujo la fórmula Alexander Radishev en el 'Viaje de San Petersburgo a Moscú', sin buen asiático o africano interpuesto. Al carecer de esta red de protección, estuvo a punto de perder la vida en el intento, ya que el libro interesó mucho a Catalina la Grande, quien le acribilló a preguntas y finalmente decidió que le trasladasen encadenado a la frontera china para ser allí decapitado. Aquí y ahora no existe ese riesgo, si bien tampoco el poder dejaría de dictar su sanción sobre el crítico inoportuno.

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Ante todo, el visitante deseoso de entender qué ocurre en nuestra vida política se quedará perplejo. Estaría ante una democracia en perfecto estado de funcionamiento, a pesar de la tremenda epidemia. El Gobierno es ejercido por una coalición de dos partidos, con un presidente que corresponde al mayor de ambos, la institución parlamentaria funciona, lo mismo que la libertad de expresión –lejos de los trescientos periodistas encarcelados en Turquía– y los partidos independentistas que como en otros países buscan la fractura del orden constitucional no solo son tolerados, sino que incluso participan en el área de gobierno, sin que cuenten en un caso sus sanguinarios antecedentes y en todos que su propósito es acabar cuanto antes con el orden constitucional.

A poco que profundice en la realidad, descubrirá que es imposible deshacer los nudos que hay detrás de ese montaje perfecto. El discurso del presidente proporciona una imagen de firmeza, en ocasiones más de mando que de gobierno democrático. Y sin embargo, bajo ese autoritarismo de fachada, se esconde la acefalia, un evidente caos. El socio menor va por libre, importándole poco la solidez de las instituciones con tal de promocionar su verdadero objetivo político: un imparable ascenso al poder de tipo personal. Ignora las decisiones adoptadas en el seno del Gobierno, la lealtad a las instituciones, y el respeto a los principios de la democracia. Roba protagonismo, incluso conceptos políticos, caso del «compromiso histórico», y construye paso a paso su poder dentro del poder.

El socio menor de la coalición de Gobierno va por libre, importándole poco la solidez de las instituciones

Es la estrategia del cuco. Y como Sánchez juega al progresismo, él va más allá, lo que le cuesta poco, lo suyo es incrementar la clientela. Populismo anticapitalista, y lo demás sobra. El ataque a la monarquía le sirve de banderín de enganche, mientras se atiene una y otra vez al guion de 'Pablo Iglesias arrastra a Sánchez...'. Por fin, en buen maniqueo necesita que la vida política se convierta en guerra política contra una derecha apocalíptica que por mucho tiempo le ha jugado el juego. Cuando alguien como Arrimadas ensaya otro papel, toca aplastarle, con descalificaciones, nunca con argumentos. 'Progres' contra 'fachas', eso es lo que llamó «disputar la democracia».

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Llegada a este punto la observación, ¿qué hace y qué quiere Sánchez ante esa enmienda a la totalidad contra su socialdemocracia? Lo tolera hasta los Presupuestos, como piensan algunos, o es que de veras juega a ese 'compromiso histórico' para el desmantelamiento 'soft' del actual régimen constitucional, con la triada ERC-Podemos-Bildu ofreciéndole el papel de mascarón de proa. Con palabras dulces, y con las chirriantes de Adriana Lastra, impone el orden en el interior del PSOE, donde nadie se atreve a salirse de la foto. Isonomía proscrita, como para el conjunto del sistema político. Nada dice en cambio ante improvisaciones disparatadas, como la de Ximo Puig, buscando la alianza con el independentismo catalán para «reformar (sic) España». ¿Federación o confederación? A Sánchez no le importa. Tampoco que su éxito con las Cuentas se haya logrado a costa de no explicar nada sustancial sobre ellas.

Última cuestión. ¿De veras las palabras de Sánchez son suyas? El visitante que contraste sus afirmaciones con las actuaciones reales verá que poco tienen que ver. Desde que tiene a Iglesias por socio/rival, no se trata nunca de informar, sino de convencer mediante el autoelogio y los eslóganes fabricados. Nunca isegoría, información veraz, ni expresión política alternativa. Si en esto tiene éxito, Parlamento y elecciones son simples. Por eso la utopía «que merecemos» se sitúa más allá de 2021.

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Lo único seguro es que tenemos delante la máscara de un poder (o dos), que busca perpetuarse, como tantos otros beneficiarios del cansancio de nuestras democracias. El error reside en ignorar que un Gobierno no puede tomar esa distancia abismal respecto de la opinión y las expectativas de los ciudadanos. El consenso democrático acaba cediendo paso al malestar y a la frustración, consecuencias lógicas de que la sociedad pierda todo interés en conocer cuáles son los contenidos de la política que se le impone. Total, no se los van a decir. A corto plazo, la pasividad forzada fomenta la indiferencia y conformismo; en una coyuntura dramática como la actual, puede ser el supuesto de una crisis del sistema.

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