El Rey Goloso
Gioutxirene ·
Tras matar Herodes a todo niño que se cruzara a su paso, Taor dejó de comportarse como un príncipe tontín, liberó a sus esclavos y repartió todo su dineroSecciones
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Gioutxirene ·
Tras matar Herodes a todo niño que se cruzara a su paso, Taor dejó de comportarse como un príncipe tontín, liberó a sus esclavos y repartió todo su dineroSiempre llegaba tarde, y también en aquella ocasión entró en Belén cuando Melchor, Gaspar y Baltasar partían ya de regreso tras haber honrado al recién ... nacido con oro, incienso y mirra. Taor, joven soberano del reino de Mangalore, en la India, pensaba hacerlo con los dulces que en grandes cantidades transportaban sus cinco elefantes. Algunos viajeros por tierras de Arabia le habían dado noticia de la venida al mundo de un mesías que traería el alimento para la salvación de la humanidad del hambre y la injusticia, el manjar de la vida eterna. El goloso y frívolo señor de Mangalore dio así en imaginar el nacimiento del 'Divino Confitero'.
Dado que la Sagrada Familia había huido a Egipto, lo que le privaba de conocer al Salvador, resolvió desprenderse de su azucarado cargamento invitando a los niños a una suntuosa merienda. Entre otras delicias, ordenó a sus cocineros elaborar un pastel gigante, obra maestra de la arquitectura repostera, con almendras, mazapanes, caramelo y frutas escarchadas, aparejado con la forma de su lujoso palacio de Mangalore. Estando el festín en su apogeo, arribó un mensajero dando gritos de alarma: los soldados de Herodes habían entrado en la aldea «y matan, matan, matan sin compasión» a cuantos niños encuentran a su paso. El dulce convite terminaría anegado en sangre.
A partir de entonces, Taor dejó de comportarse como un príncipe tontín y amerengado, liberó a sus esclavos y repartió todo su dinero. En un pueblo a orillas del mar Muerto se compadeció de un padre con cuatro hijos pequeños juzgado por deudas; el noble indio se ofreció a cumplir la condena en su lugar. Solo una vez atenazado por los grilletes conoció su sentencia: 33 años de trabajos forzados en unas minas de sal. Así, el príncipe del azúcar se abisma en un infierno salobreño que le provocará una sed tan profunda que jamás, aunque consiguiera salir vivo de allí, podría saciar.
Pasados más de treinta años, un pescador le habló de cierto oráculo al que llamaban 'el Nazareno' que hacía milagros y predicaba la victoria de los humillados. «Bienaventurados quienes tienen sed de justicia porque ellos serán saciados». Taor comprendió que aquel era el niño al que no llegó a tiempo de adorar en Belén.
Abandonó las minas purificado pero físicamente maltrecho y partió a su encuentro. Era la noche de Pascua cuando entró en la casa de Jerusalén donde, tardón como siempre, Jesús ya había cenado con sus amigos. Sobre la mesa quedaban trozos de pan ácimo y algo de vino. Después de haber sido el último, el que siempre llegaba con retraso, Taor fue el primero en probar la eucaristía.
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