Vivo rodeado de cosas inservibles. Estilográficas secas, llaveros publicitarios de marcas desaparecidas, un corcho de vino, testigo de algo muy importante que no recuerdo, un reloj de mesa que nunca dio la hora. Valoramos algunos objetos por la ayuda racional que nos prestan, deseamos otros ... por su valor simbólico, pero hay objetos cotidianos con los que establecemos una relación imposible de objetivar.
Publicidad
Huérfano temprano, todo lo que aprendí de mi padre fue a través de los pequeños tesoros que descubrí en su escritorio. Fui consciente de que fumaría a los 6 años, mientras acariciaba la boquilla de carey de su pipa. Prometí solemnemente que me dedicaría a escribir posando mi mano sobre su vieja máquina Continental, la misma con la que jugueteo en mi despacho. Algunos objetos tienen memoria, a veces transmiten las historias de las que formaron parte e influyen en nuestras emociones y en nuestro comportamiento.
Escribo desde hace 25 años con el mismo modelo de bolígrafo de tinta líquida y, cada dos meses, intercalo uno de otra marca para que mis Pilot no crean que ejercen un poder sobre mí. Mi mesa de trabajo me ha seguido en todas mis mudanzas. ¿Por qué significa tanto para mí? Estoy convencido de que me inspira pero, ¿qué poder mágico puede transferirme una tabla de cerezo apolillado?
Los objetos condicionan nuestro pensamiento, son cómplices de nuestras acciones en una relación cargada de significados que sólo ellos y nosotros alcanzamos a comprender.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.