Quizá sea porque todo adulto crece a partir de una pérdida (la del paraíso infantil), o porque toda forma de vida está abocada a la derrota (la extinción), el hecho es que las historias de perdedores y de fracasados nos encandilan. Mucho tienen que ver ... en ello la literatura y el cine, grandes sublimadores de vencidos. Ahí están el Quijote y los pícaros del Siglo de Oro; Charlot, Bogart y tantos otros antihéroes; boxeadores sonados, juguetes rotos del sistema y chicas 'perdidas' por amor; artistas suicidados, defensores de causas imposibles y cuantos mordieron el polvo en guerras, revoluciones y utopías... 'Losers', dicen ahora los esnobs, cantados en geniales melodías como 'Piano Man' de Billy Joel o 'Ciudadano Cero' de Sabina.

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Al margen de líricas, de otro tenor son los registros reales de vidas despeñadas. Con mucha frecuencia se recuerda que la Historia (así, con mayúscula) la escriben los vencedores y que por ello la voz de los vencidos apenas tiene cabida en los relatos oficiales. Pero si aspiramos a un conocimiento cabal del pasado debemos escuchar los testimonios ahogados bajo los sones de la trompetería victoriosa, prestar atención a lo que puedan decirnos quienes a lo largo de los siglos fueron a parar al arroyo.

El historiador Luis E. Iñigo Fernández ha publicado 'Historia de los perdedores. De los neandertales a las víctimas de la globalización' (ed. Espasa), interesantísimo ensayo por cuyas páginas desfila toda una cohorte de derrotados y humillados descritos en su esplendor (si lo tuvieron) y en su caída: desde herejes y esclavos hasta locos y olvidados, sin faltar brujas, judíos o ancianos; pero también majestades destronadas, soñadores brutalmente despertados y caminantes descaminados. Una mirada nueva, original y escrita con nervio, sin moralinas ni moralejas, que nos traslada al otro lado de la línea de sombra de la historia.

El último capítulo trata sobre los perdedores de nuestro tiempo, el del capitalismo desbocado, que según el autor somos legión. A su lectura se nos ocurre que en esa categoría podrían tener cabida los perdedores por incomparecencia en el mercado del automárketing. 'Bartlebys' de la era moderna que «preferirían no hacerlo» y que, de hecho, no lo hacen pues ni buscan 'me gusta' virtuales ni anhelan el reconocimiento social; el ego les pica solo lo justito. Gente de intempestivo vivir que adopta el papel de 'don nadie' en el escaparate global como una elección de libertad personal. Quijotes del siglo XXI, en fin.

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