El 'Homo erectus' salió de África decidido a buscar climas más templados y mejor caza. Algunos llegaron hasta aquí, a Atapuerca, hace unos 1,2 millones de años. Más tarde, su descendiente el 'Homo sapiens' desarrolló la agricultura y, algo más saciado, se desparramó por ... casi todas partes, pobló el planeta. Cada vez más numerosos, construyeron imperios en perpetua ampliación encadenando conquistas, guerras, deportaciones, exilios.
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En cuanto una ciudad o reino se consolidaba, emprendía la erección en torno a sus fronteras de empalizadas, fosos, terraplenes o muros en piedra seca. Algunos de ellos de dimensiones colosales como el de Mesopotamia, entre el Tigris y el Éufrates, de unos 250 km, o la Gran Muralla China con más de 6.000 km. Nuestras actuales vallas y concertinas, cada vez más erizadas (las del puerto de Santander acaban de ser sancionadas por el Defensor del Pueblo) son vinos nuevos en los viejos odres de ese mismo afán de impenetrabilidad. Por fortuna, los europeos no encontramos tantos obstáculos al llegar a América en busca de oportunidades: ¡más de 60 millones emigraron en el plazo de un siglo!
Ninguna de las primigenias naciones europeas ha conocido nunca una población estable, homogénea, remansada, contra lo que fabulan los relatos patrióticos inventados en los dos últimos siglos. Así, cuando se habla de 'la Reconquista' uno se pregunta qué avales tendría el tal reconquistador de una península en la que se sucedieron celtas, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, vándalos, alanos, suevos y visigodos, siendo la presencia arabo-bereber la más prolongada (casi ocho siglos).
El espantajo del 'de fuera vendrán...' (el 'gran reemplazo' en términos actuales) sirve para tapar muchas de nuestras miserias, crueldades y fracasos. 'Ellos' son siempre los brutos, gente con otras creencias y un modo de vida inasimilable, de indeseable vecindad, desarraigados a quienes más vale mantener a raya. Bárbaros, parásitos, fanáticos, cazurros, maketos, intrusos...
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Las migraciones por razones económicas o por conquistas territoriales como las que estamos recibiendo desde Ucrania, por hambres como las que se abaten sobre el hemisferio sur, causadas por guerras, dictaduras y desastres climáticos, se inscriben en la propia historia de la humanidad, lo que nos da una perspectiva de comprensión pero en absoluto de banalización. Pues aun siendo inseparables de nuestro comportamiento, se trata de uno de los mayores retos a que se enfrenta el 'Homo migrans' del siglo XXI.
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