Ayer conocimos los datos del empleo correspondientes al mes de agosto, pero la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo en funciones prefirió irse al extranjero, concretamente a Bruselas, para entrevistarse con un famoso prófugo de la Justicia. ¿Para colaborar con ella y traerlo ... a España para ser juzgado? No. Para ofrecerle un empleo en el próximo gobierno y, de paso, asegurarse en él el suyo propio. Así que, si a ella le interesan más sus cuitas personales que la evolución de los asuntos generales que tiene encomendados, me da no sé qué, llevarle la contraria. ¿Le parecerá a la señora Díaz un descaro mi insolente actitud? ¿Se lo tomará a mal? No sé, pero me da miedo. Máxime, cuando ha ido a hablar con el fugado señor Puigdemont en nombre de un gobierno cuyo líder sin embargo se ha desmarcado de tan sorprendente gestión y ha asegurado que no le había encargado ninguna iniciativa al respecto. Bueno, pues voy a comentarle brevemente la evolución del empleo en agosto, que es a lo que venía. Los datos han sido malos. Se han perdido empleos y ha aumentado el paro. Pero no es nada grave, es lo mismo que suceden todos los meses de agosto al cerrase la fase álgida de las vacaciones en un país como el nuestro, con su economía tan sesgada hacia el turismo. Vistos así los datos, –desestacionalizados que dicen los expertos–, la situación ha sido más o menos la normal. Ahora, en otoño, vienen unos meses claves para averiguar si el empleo mantiene su sorprendente fortaleza o si los datos que apuntan a una ralentización severa del crecimiento –en nuestro mercado y en el de nuestros principales clientes europeos–, impactan sobre el mercado laboral.

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Los parados sobrepasan de nuevo la cota de los 2,7 millones. Pero a la Vicepresidenta no se lo borró en todo el día su angelical sonrisa. Ella está a otras cosas. ¿Más importantes? Para ella sí, sin duda.

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