La importancia de la creación
Repensar Euskadi ·
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Repensar Euskadi ·
La sociedad vasca no genera suficientes oportunidadespara las personas jóvenes. Euskadi es un territoriopoco poroso a nuevas iniciativas culturalesEl comienzo de 2019 volverá a ser una época para los buenos propósitos. Uno de esos momentos en el que más tiempo dedicamos a planificar cómo queremos que sea el año y qué objetivos nos gustaría alcanzar. Y así, también en este año, el emprendizaje, ... o la búsqueda de nuevos horizontes profesionales, son ámbitos que siguen estando de moda. Vivimos en una sociedad cada vez más individualista. Esto hace que cada vez la visión ética del 'do it yourself', el espejismo de que cada persona puede ser el dueña y responsable de su propio destino, esté cada vez más extendida. Y en ocasiones olvidamos, como decía un gran filósofo del siglo pasado, que la personas somos nosotros mismos y las circunstancias que nos rodean. Esto es especialmente evidente en el ámbito de la creación cultural. Es cierto que la época que acabamos de dejar atrás es un momento extraordinario para acudir a conciertos, teatro, cine o exposiciones artísticas. Con la resaca de la Feria de Durango y la presencia de Olentzero y los Reyes Magos tan cerca, la Navidad ha sido un buen momento para comprar discos y libros e, incluso, para escucharlos y leerlos. La frivolidad consumista en la que nos hemos sumergido tiene también una variante cultural y culturizante y nos empuja, aunque sólo sea por un cierto postureo, a rellenar el tiempo libre del que disfrutamos con el disfrute de distintas ofertas culturales.
Y, sin embargo, somos una sociedad que apuesta poco por la cultura y la creación en cualquiera de sus expresiones. Apostamos poco y, en lo poco que lo hacemos, la tendencia general es a hacerlo en aquellas cuestiones que se han puesto de moda. Se suele anunciar a bombo y platillo el concepto de la 'Euskadi creativa', pero se trata de una idea complicada de llevar a cabo más allá del titular. A día de hoy, emprender o iniciar un nuevo proyecto en materia cultural en este país es ser un pequeño héroe. Los autores que firmamos este artículo hemos podido asistir de cerca, en las últimas fechas, a las dificultades que supone escribir una novela, dirigir una pieza escénica o producir un disco, por citar algunas de ellas. Cada una de esas iniciativas se llevan adelante fuera del glamour que se les presupone desde la opinión pública, con mucha inversión de horas -en la mayoría de los casos, no remuneradas- de aquellas personas que se implican en su puesta en marcha. Algunos de estos profesionales, los menos, tienen suerte (tras mucho trabajo duro, sin duda) y pueden vivir de aquello que están creando. Pero en la mayoría de los casos no hay muchas personas artistas y creativas (en la concepción más amplia del término) que puedan vivir sólo de su arte y se ven obligadas a compatibilizar su trabajo con alguna otra profesión, más o menos vinculada a la realidad que quieren expresar.
Se dice que vivimos en la sociedad de las oportunidades. Y es posible que así sea desde la perspectiva de que compartimos una sociedad abierta y tolerante hacia lo diferente (y esperemos que esto dure, pase lo que pase). Sin embargo, estas oportunidades se reducen en cuanto hablamos de un binomio difícil en cualquiera de sus afecciones individuales: personas jóvenes y cultura. La sociedad vasca no genera suficientes oportunidades para las personas jóvenes, y menos para aquellas que anhelan enfocar sus esfuerzos al ámbito creativo. Euskadi es un territorio poco poroso a las nuevas iniciativas culturales, y que tampoco se suele mostrar muy abierto hacia algunas tendencias de las iniciativas culturales clásicas. La mezcla de ambas realidades hace especialmente difícil que una persona joven pueda optar por el camino de la creatividad en nuestra sociedad.
Las soluciones a este problema no son fáciles ni seguramente podrán resolverse a corto plazo, de todas formas, nos gustaría exponer unas ideas que pueden servir para la reflexión. En primer lugar, es necesario resaltar que la creación y la cultura genera un capital social fundamental para la cohesión y el progreso económico. La cultura nos hace humanos, y nos enseña humanismo. Deberíamos generar una mayor conciencia social en torno a la cultura. Además, es importante señalar que las innovaciones culturales suelen brotar en los bordes, nunca en los centros, y que las mismas nacen en espacios con libertad para experimentar. A día de hoy han borboteado interesantes iniciativas creativas en zonas postindustriales, diversas y no céntricas, como la península de Zorrotzaurre en Bilbao o determinados barrios de Eibar o Vitoria-Gasteiz y todas ellas han surgido por el impulso de espacios y personas con impulso creativo, no solamente por la directriz que ha dado una batuta institucional o empresarial.
Aunque es evidente que las personas creativas necesitan apoyo público y privado, todavía es más importante que se les deje espacios y libertad para respirar, crear y experimentar. Lugares como el Eyebeam de Nueva York, el Medialab-Prado de Madrid o Can Batlló en Barcelona deberían servir como inspiración. Y hay que interiorizar que la cultura y la creación es crítica y está en continúa evolución. Las mismas no pueden ser las cancerberas de la tradición, ni tampoco deben servir para contentar a determinados poderes. En estos tiempos de auge del populismo e involución de la libertad de expresión, la creación cultural y las personas creadoras son las mejor vanguardia para preservar las libertades. Por todo ello, los arriba firmantes pedimos que este 2019 nos traiga mejores condiciones laborales, espacios de trabajo y apoyo social y económico para todas las personas creadoras que se levanta cada mañana con la idea de dar forma a sus ideas. Porque gracias a las mismas somos una sociedad viva y crítica. Porque gracias a sus creaciones podemos seguir avanzando hacia una ciudadanía plural, abierta y cohesionada.
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