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Decía Mario Andretti, legendario piloto automovilista estadounidense nacido en Istria en 1940, entonces reino de Italia, meca del irredentismo de D'Annunzio, luego Yugoslavia y ... hoy Croacia, que «si todo está bajo control, es que no vas suficientemente rápido».
La deslegitimización de la política tiene algo que ver con esa sensación. Es lenta, mientras la economía avanza a ritmo frenético. La política es deliberativa, exige el respeto a los procedimientos y obliga a la rendición de cuentas. Las decisiones económicas tienen efectos inmediatos. El mundo va rápido y ante esa realidad la política siente impotencia. Por eso se gobierna cada vez más a base de decretos, de cualquier herramienta que permita acelerar los tiempos y las decisiones ejecutivas se imponen a las elaboraciones legislativas. Por eso triunfa el hombre fuerte. Por eso cada vez hay más personas que piensan que hay que gestionar lo público como si fuera una empresa, en busca de la eficiencia de la economía comercial. La política se acelera y ahí se traiciona, porque no puede alcanzar la velocidad de los más rápidos y en el camino pierde lo que le define, su capacidad de regulación, la garantía de las libertades públicas y los derechos sociales.
Andretti llevó a Donald Trump en un bólido de Indy Car por las calles de Manhattan a toda velocidad para un show televisivo. Europa, para hacer frente a la ofensiva americana, no debería intentar correr más, porque no sabe. Necesita ser fuerte en lo que es líder, su capacidad de establecer reglas del juego. La UE es imbatible ofreciendo seguridad normativa y jurídica. En un mundo sin control, eso vale más que el oro.
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