La vivienda es un hándicap para que los MIR vengan al Hospital Donostia», ha dicho esta semana la jefa de estudios del centro, que reconocía ... que «hay gente que no viene aquí por eso, aunque no se paga mal. Porque en toda España los residentes no cobran lo mismo, pero aún así no es lo suficiente como para pagar lo que cuesta la vivienda».

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Son palabras claras. Los médicos jóvenes no pueden vivir en Donostia. El destino del dinero es la gran batalla de estos tiempos. El Hospital reconoce sus problemas para captar médicos del futuro, la misma semana que se convocan 643 plazas de ertzainas y policías locales.

Los empresarios vascos llevan años lamentando sus dificultades para atraer talento. En sus numerosas apariciones de estos días con unos y con otros para dejar clara su postura sobre la reforma fiscal no se ha escuchado la reprimenda de Confebask a sus asociados del sector del ladrillo por la carestía de la vivienda, factor que unido a la negativa a discutir un salario mínimo acorde a la singularidad socioeconómica vasca forma la tormenta perfecta que expulsa a los jóvenes de los centros productivos y de saber.

La vivienda y los malos sueldos son también un problema medioambiental, reto global que se va a llevar gran parte de los recursos públicos los próximos lustros. La gente se ve obligada a comprar casas cada vez más lejos del trabajo, lo que obliga al uso del coche y a desplazamientos más largos. La apuesta por la economía verde, el transporte público y la sostenibilidad fracasará así.

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La situación es grave, como demuestra que en Donostia el debate medioambiental son los toldos de La Concha. Pocas bromas. Grave, pero no seria.

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