Hay un marco a la venta, toca elegir entre misiles o escuelas. Es falso. La dicotomía armamento-servicios públicos sirve a unos intereses y trata ... de imponer el modelo de la mal llamada austeridad de la crisis del euro, que no fue más que una guerra cultural que luego quedó en evidencia al corregirse cuando el enemigo no fueron las clases populares sino un virus. Se cumplen cinco años de la pandemia y del giro de 180 grados en la ortodoxia económica europea. Hubo todo el dinero del mundo la primera vez –el famoso «haré lo que haya que hacer y, créanme, será suficiente» de Mario Draghi– y hubo el dinero necesario contra el Covid desbordando todos los límites que el rigorismo punitivista.

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Nada se derrumbó por esas enmiendas a los cimientos de la ortodoxia, pero sus adalides no se rinden. Hoy hay más dinero en el mundo del que ha habido nunca, las compañías valen más y la productividad es la mayor de la historia. Por supuesto, hay problemas y el reparto de esa fabulosa riqueza es el peor desde hace 40 años, cuando quienes más tenían decidieron que ya no volverían a pagar impuestos en la medida que les correspondía.

Ese desafío sigue en vigor. En la pequeña batalla doméstica, se enfrentan a la reforma fiscal; en la refriega global plantean la disyuntiva hospitales o tanques. Se presenta como un dilema de sentido común, obvio: si hay para una cosa no llega para la otra, hay que elegir. Pero no es así. Es, como siempre, ideología y la izquierda comete un error si compra ese marco, porque la inversión en defensa es necesaria y debe hacerse bien, pero la UE puede costearla sin recortar el escudo social. No es una ilusión, funciona. Salvó el euro y derrotó al Covid.

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