En una sociedad como la nuestra, hasta no hace tanto obsesionada por el rendimiento y la autorrealización, quienes se reconocían cansados de manera no circunstancial sino vital eran tenidos por pusilánimes y fracasados. Hoy ya nadie discute que se trata de un síndrome colectivo. Según ... el último 'Mapa de la fatiga en España', el 61% de la ciudadanía siente un mayor cansancio físico y mental que antes de la pandemia y el 67,4% percibe esos mismos síntomas en su entorno. Curiosamente, lo acusan más quienes se sitúan políticamente a la izquierda.
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El discurso contemporáneo sobre la fatiga revela el creciente desajuste entre los sistemas económicos y sociales en que nos movemos, producimos y consumimos, y las verdaderas necesidades y prioridades humanas. Las crisis sanitarias, las graves tensiones geopolíticas, la degradación medioambiental, el auge de los radicalismos, etc., son desafíos ante los cuales como individuos nos sentimos impotentes sin que las experiencias pretéritas apenas sirvan para perfilar nuestras expectativas. «Desde que el pasado ha dejado de arrojar luz sobre el futuro, el espíritu humano anda errante en las tinieblas», atinaba Tocqueville.
Una sociedad crónicamente cansada es una sociedad sin ilusión, desnortada, que debe darle una buena pensada a qué tipo de vida aspira y cómo quiere que sea el mundo. Desfatigarse socialmente equivale a combatir el agotamiento del imaginario. Ello presupone, antes que nada, prestar atención a los focos de invención, energía y aliento donde actúan aquellos que no se resignan a vivir abatidos (sin que por eso presuman de incansables). Los hallaremos en espacios de cultura y de creatividad, de solidaridad, diálogo y construcción, allá donde se comparte vida colectiva y esperanza.
De manera que el reto esencial consiste en identificar los determinantes para la cooperación entre individuos y organizaciones y para estimular la acción en común. Todo sea por evitar una completa extenuación. La historia no es tacaña en ejemplos de sociedades políticas que, descuajaringadas y con la lengua fuera, renunciaron a ejercer sus derechos y a defender sus principios. Los grandes desastres a veces advienen por decadencia antes que por colapso.
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Saludable cansancio es el que nos ayuda a tomar conciencia del ritmo demencial de la globalización, de sus costes humanos y ecológicos. El que rompe el círculo de fatalidad que delineó el poeta en un bello soneto en el que se autorretrató como «un fue, y un será, y un es cansado».
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