
El rey desnudo
Iñigo Garmendia
Abogado y socio de Norgestión
Domingo, 6 de abril 2025, 02:00
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Iñigo Garmendia
Abogado y socio de Norgestión
Domingo, 6 de abril 2025, 02:00
Pues parece que tenemos servida la reforma fiscal. Atrás quedan muchos meses de trabajo e innumerables ponencias y aportaciones realizadas desde distintos ámbitos y sensibilidades ... de la sociedad y también un esfuerzo loable, por qué no decirlo, de los grupos políticos y la Diputación. Sin embargo, lo que en su génesis parecía un proyecto ambicioso parece abocado a terminar siendo una mera «revisión fiscal» que nos puede dejar con la sensación de la oportunidad perdida.
Resumiéndolo mucho, leve giro a la izquierda con algunas medidas, con sentido, que afectan a la vivienda, la conciliación o la igualdad, pero, sobre todo, un mensaje poco gratificante para el mundo empresarial y una nueva constatación de que los equilibrios en este país parecen no permitir una política fiscal distinta a la del incremento progresivo de nuestra presión fiscal. Llama la atención que por una parte estemos haciendo esfuerzos importantes por dotarnos de instrumentos financieros que permitan mantener el arraigo de nuestras empresas y sin embargo en materia tributaria, permitamos que alguien pueda pensar que seguimos sin poner en el centro de nuestras preocupaciones y prioridades a la empresa. Y es que como dijo Albert Einstein «es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio». Todas las herramientas financieras, fondos soberanos y fondos de capital riesgo de los que nos queramos dotar no serán más que parches para el problema del cansancio y hastío que el exceso regulatorio, el absentismo laboral, la conflictividad laboral y la presión fiscal puedan generar en nuestros empresarios y emprendedores.
En un entorno internacional tremendamente complejo, en el que de un día para otro unos aranceles pueden cambiar el orden económico mundial, o en el que determinadas decisiones geopolíticas pueden llevar a la Unión Europea a incrementar sus necesidades y presupuestos en defensa a niveles hasta hace pocos días inimaginables, las preocupaciones por nuestra política fiscal palidecen. Cuesta pensar que una elevación de los tipos de tributación del ahorro o incluso el incremento del gravamen a los beneficios extraordinarios de las empresas puedan hacer que nuestra economía y empresas se vean realmente resentidas en comparación con los riesgos que se derivan de la actual situación de inestabilidad en el entorno macroeconómico mundial y, sin embargo, el mensaje, el relato que trasciende, es importante. En una sociedad donde cada día tiene más eco el mensaje de más Estado, más empleo público, más derechos... donde escuchamos voces que todavía se refieren al reparto equitativo de la riqueza generada por la clase trabajadora a la vez que niegan que tengamos un problema con la cultura del trabajo, el esfuerzo y la responsabilidad individual, la verdad es que cuesta asumir esfuerzos adicionales cuando no se comparte ese discurso. Estoy de acuerdo en que es importante mantener un mensaje vertebrador para la necesaria cohesión de nuestra sociedad, pero, por otra parte, podemos contribuir a que nos quedemos con la sensación de que la vertebración siempre es unidireccional. Puede resultar peligroso dejarnos arrastrar hacia un sistema en el que el sostenimiento de ese «más Estado» penalice la productividad, la creatividad, el esfuerzo y el éxito individual.
En la fábula 'El traje nuevo del gobernador' de Hans Christian Andersen, unos sastres engañan al gobernador prometiéndole la confección de un lujoso traje con suntuosas telas y adornado por piedras preciosas y con unas propiedades mágicas que lo hacen invisible para toda persona que no sepa desempeñar bien su trabajo o fuese tonto o incapaz. Me imagino conocen el desarrollo de la fábula. En nuestro caso, las lujosas telas y las piedras preciosas vienen a ser la deuda y la impresión de dinero que nos han permitido confeccionar este lujoso traje del Estado del bienestar del que disfrutamos, pero en algún momento alguien debería gritar aquello de «¡el rey está desnudo!» o para el caso, «¡el Estado está desnudo!».
De momento, aunque en Europa seguimos vitoreando al gobernador, al otro lado del charco ya lo han gritado un par de niños. Uno motosierra en mano y el otro pertrechado con una gorra de maga y su política de eficiencia gubernamental. Evidentemente los factores que han contribuido al incremento de la deuda de los EEUU son muy distintos a los de la UE, los estándares de bienestar y las tasas de cohesión social no tienen nada que ver, pero, en definitiva, en ambos casos se ha querido confeccionar lujosos vestidos sobre la base de una deuda ya insostenible que, por cierto, ahora algunos quieren hacer sostenible a partir de la fiscalidad y aranceles en mano. Casi da más miedo que la próxima reforma fiscal.
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