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El proceso interno para renovar la dirección del PNV vivió ayer un abrupto desenlace. El inesperado pulso entre dos estrechos compañeros de partido, como han sido en los últimos tiempos Andoni Ortuzar al frente de Sabin Etxea y Aitor Esteban como portavoz en el Congreso, ... situó por momentos al PNV en un escenario vertiginoso. La posibilidad de volver a reeditar un duelo en los batzokis como el que se escenificó en 2003 entre Joseba Egibar y Josu Jon Imaz, con triunfo por la mínima del zumarragarra, fue el principal argumento esgrimido por Ortuzar en su carta abierta. El fantasma de la división y de la fractura interna hicieron girar al actual líder jeltzale en sus aspiraciones a reeditar su mandato por una cuarta legislatura. Sin embargo, hay ciertas lagunas en el relato de este desenlace que están aún por despejar, como qué factores influyeron en Ortuzar para que en los últimos días decidiera finalmente corregir su primigenia decisión de no concurrir al proceso y así facilitar una renovación integral del cuadro de mandos del PNV, con él incluido. También resulta sorprendente que en aquella carta de enero nada dijera sobre las declaraciones previas que hizo el propio Esteban en relación al honor que suponía poder ser presidente del PNV. ¿Desconocía Ortuzar que Esteban estaba dispuesto a dar un paso adelante en el proceso para presidir el EBB? ¿Hablaron entre ellos para testar las posturas de cada uno en la carrera interna o ambos escondieron sus cartas?
La realidad ha sido que los acontecimientos que se sucedieron nada más darse el pistoletazo de salida en la carrera por la dirección del PNV han proyectado una imagen de división y tensión que, sin duda alguna, casi nadie pronosticaba de antemano. El propio Ortuzar, que salía de claro favorito, admite en la misiva que dirige a los alderdikides que quizá no tomó la decisión más adecuada y que debía que haberse retirado cuando así lo decidió en julio. El líder jeltzale arroja la toalla al comprobar cómo Esteban no da marcha atrás en sus aspiraciones y el diputado decide medirse en las urnas.
Aunque Ortuzar se retira de la competición con el mayor número de avales sobre sus rivales y con el teórico respaldo de las ejecutivas, las votaciones de los batzokis visualizaron en la primera vuelta una alarmante abstención, un apoyo más que debilitado a su candidatura, una contestación interna evidente –sobre todo en Bizkaia– y una fractura interna que le situaba en una posición casi imposible de cara al futuro. Aunque hubiera decidido jugar la partida, su futuro habría estado internamente cuestionado en caso de imponerse a sus rivales. Además, Ortuzar, que hasta ahora había cosechado pírricos apoyos en Gipuzkoa, se arriesgaba a que desde este territorio sus votos hubieran inclinado la balanza hacia Esteban. Por esta razón, Markel Olano, que lideraba la opción de los batzokis guipuzcoanos, no desveló su postura hasta ver el desenlace final de un pulso que dejó en el camino al presidente del PNV.
Esteban, que tendrá que dejar el Congreso para situarse en lo alto de Sabin Etxea, renueva la cara en el liderazgo del partido, pero mantiene el elixir ideológico del líder saliente, ya que pertenece a su misma generación y ha sido su mano derecha en Madrid. Ahora el futuro líder del EBB tiene ante sí retos ineludibles, como coser las costuras de un partido tensionado y cerrar a corto plazo una renovación orgánica efectiva para levantar sus expectativas electorales.
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