Si para innovar es fundamental impulsar la curiosidad, deberíamos acostumbrarnos a cambiar de perspectiva, a ver las cosas con otros ojos o desde otros puntos de vista. Y eso supone cuestionarnos el mapa que todos llevamos puesto. En nuestro mapa el norte, el sur, el ... este y el oeste están en su sitio y, además, lo construimos desde el centro que, curiosamente, está en nosotros mismos. Si nos fijamos, veremos que, además de la tendencia a situarnos en medio, se produce la de magnificar nuestra posición –dibujándola más grande que la realidad– en relación con las demás partes.
La evolución de la percepción del mundo es un reflejo del pensamiento conocido en cada momento sobre las cosas. Esa percepción de lo que nos rodea refleja nuestro conocimiento estructurado, siempre desde nuestro yo, desde nosotros mismos. Es inevitable que nos sintamos en el centro del mundo, pues es desde nuestra atalaya desde donde lo observamos, pero no podemos caer, sistemáticamente, en el error de pensar que esa es la única perspectiva desde la que observar el mundo. Los filósofos –exploradores del pensamiento– y los descubridores –exploradores de tierras y mares– han ido proyectando los mapas del mundo, que iban evolucionando a medida que el conocimiento sustituía a la oscuridad y delimitaba la realidad de las cosas. Una realidad que, siendo la misma, cambiaba y nos enseñaba perfiles diferentes. Según evolucionaban los mapas, el mundo, o mejor dicho nuestra percepción del mundo, cambiaba. Pero siempre se producía algo que, por otra parte, parece inevitable. Todos los mapas ponían en el centro al protagonista del relato que recogía el mapa. Y esto ocurre hoy en día. Los mapas se proyectan en Europa, en América, en Australia o en China con los respectivos países en el centro del mundo.
Así, por ejemplo, a lo largo de la historia los chinos ignoraban las demás partes del mundo; ya tenían bastante con conocerse a sí mismos. Sus tablas cosmográficas se titulaban 'Descripción universal del mundo'. Reducían su extensión a sus quince provincias, agregando los nombres de unos pocos reinos, de los que habían oído hablar. El jesuita Matteo Ricci (1552-1610) vio la oportunidad de ayudar a ampliar la visión del mundo de los chinos. Trazó un nuevo mapa con los países escritos en chino. Fue un gran fracaso. Su visión europea le jugó una mala pasada. En su mapa Europa dominaba el centro, Asia a la derecha y China en la periferia. Para los cartógrafos chinos fue una ofensa: China en la periferia, cuando para ellos era el «imperio del medio» –en su idioma, el centro del mundo–. Presentó un nuevo mapa con China en el centro del mundo, el lugar natural para los chinos.
Nuestra percepción de las cosas está tremendamente condicionada por los prejuicios que conforman los contextos en los que nos desenvolvemos. Esto no es malo en sí mismo, siempre y cuando seamos conscientes de ello. Los mapas aparecen, así, como verdaderos condicionantes de los procesos de innovación. Y todos llevamos el mapa puesto, reaccionamos con arreglo a unas trayectorias previamente definidas; y esto puede ser un problema para innovar.
Me parece fundamental que seamos conscientes del mapa mental que nos acompaña en nuestra visión del mundo y en todas las cosas que hacemos. De esta manera, seremos capaces de actuar para cambiar de mapa a la hora de ver las cosas, contemplándolas desde otra perspectiva, incluso viéndolas a otra escala. Este simple ejercicio nos llevará a darnos cuenta de las posibilidades de cambio y progreso. En este sentido, por ejemplo, la puesta en marcha del ascensor como un mecanismo práctico y seguro supuso todo un cambio de perspectiva en las edificaciones y las ciudades. A partir de Elisha Graves Otis, el primer mecánico que inventó un sistema de seguridad en 1854, los ascensores empezaron a instalarse y generalizarse. La apariencia de las ciudades cambió, así como la jerarquía en los edificios: la planta baja dejó de llamarse 'principal' y las buhardillas, hasta ese momento destinadas a los pobres, pasaron a convertirse en lujosos áticos para ricos. Lo de arriba abajo y lo de abajo arriba. Cambio de perspectiva.
A veces no es fácil darse cuenta de que nuestra perspectiva no es la única, de que debemos cuestionarnos las cosas, cuando el mapa que hemos construido nos ha llevado al éxito. ¿Para qué cambiar de mapa, de perspectiva, si nos va muy bien, si tenemos éxito en lo que hacemos? Tanto insistir en nuestro mapa, nuestra forma de ver las cosas, nos olvidamos de explorar, de descubrir nuevos territorios, de ver nuevos mapas de la misma realidad y para cuando nos damos cuenta serán otros los que nos explicarán cómo es nuestro mundo. Por eso es importante preguntarnos y saber de qué mapa somos, simplemente para conocer que existen otras alternativas, otras maneras de ver y que eso nos conducirá a la innovación. Y tú, ¿de qué mapa eres?
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