
Las cosas de palacio...
Aunque en leyes de prevención de consumo de alcohol en niños y jóvenes vamos tarde, la ejemplaridad de los adultos siempre es necesaria para atajar el problema
Josean Fernández
Sábado, 22 de marzo 2025, 01:00
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Josean Fernández
Sábado, 22 de marzo 2025, 01:00
No voy a meterme en los entresijos del nuevo proyecto de ley del Ministerio de Sanidad sobre la prevención del consumo de alcohol en niños ... y jóvenes que, como decía la ministra Mónica García es una ley «pionera». Y no lo voy a hacer porque no soy ni político ni abogado, pero si hablamos de leyes adelantadas o precursoras me voy a permitir, con todos los respetos, indicar que desde 1998 el Gobierno de Islandia puso en marcha un modelo de prevención del consumo de alcohol en niños y jóvenes que ha dado resultados excelentes reduciendo drásticamente el consumo y las consecuencias en ese grupo poblacional, consiguiendo que el porcentaje de jóvenes que abusan del alcohol haya descendido del 48% al 5%, el de cannabis del 17% al 7 %, y el tabaquismo ha caído del 23% al 3%. Elocuente, ¿no? Dicho modelo implica a familias, escuelas, comunidades y gobierno. Fue diseñado por el Centro Islandés para la Investigación y el Análisis Social (ICSRA), una organización independiente sin ánimo de lucro adscrita a la Universidad de Reikiavik, al comprobar cómo los métodos tradicionales no funcionaban y los consumos de sustancias en jóvenes alcanzaban valores preocupantes. Este plan fue denominado 'Youth in Iceland', y luego 'Youth in Europe' cuando lo exportaron a Europa en 2006.
Ya he comentado en otras ocasiones que este proyecto ha sido utilizado, con las diferencias obvias por la idiosincrasia de los lugares, en Cataluña y más concretamente en Tarragona y exportado a diferentes países de Suramérica. Patricia Ros García (Representante Regional de Planet Youth para España y Latinoamérica) en su artículo 'La Prevención es posible' lo desarrolla espléndidamente y la Asociación Española de Pediatría lo refrenda en el Congreso de Actualización de Pediatría 2020. Así que tomen nota de que ya vamos como en la cosas de palacio... Pero más vale tarde...
No hay espacio en este artículo para desarrollar dicho método, pero cabe señalar la sencillez de este y que rota en torno a la responsabilidad compartida de profesionales de la salud, familias, políticos y sociedad en general con el objetivo de activar las claves de prevención cambiando los entornos de crecimiento y desarrollo de los jóvenes menores facilitando actividades saludables de ocio que no tengan que ver con el consumo de sustancias. La ejemplaridad y el compromiso de los adultos es singularmente necesaria. Aquí no vale mirar para otro lado y dejar en manos de profesores o entrenadores la dinamización del ocio infantil. Porque, permítanme una reflexión, «si los chavales no dejan de ver lo que ven, no dejarán de hacer lo que hacen». Así, por mucho que se legisle será muy complicado conseguir algo positivo. En la actualidad la ley señala explícitamente la prohibición de la «venta, consumo e incitación al consumo de los menores» y los chavales siguen consumiendo, comprando y en muchas ocasiones somos los padres los que les facilitamos el acceso al consumo de las drogas legales como el alcohol.
Según el Plan Islandés, la responsabilidad compartida, comenzando desde el núcleo familiar llevaría a proporcionar actividades de ocio en las que nos tendríamos que implicar todos, activando a deportistas o músicos de élite, artistas consagrados, para que compartieran su conocimiento con los jóvenes y niños abriendo un campo de ilusión activa unido a la claridad de ver cómo el cuidado de la salud y el esfuerzo proporcionan resultados y éxito. Pero esto no es el maná, los padres se tienen que implicar en el control responsable de los horarios y las actividades. Horarios de retorno a casa a la hora señalada (que en el caso islandés fue marcado por el propio gobierno 22.00 en invierno y 24.00 en verano), incremento del tiempo compartido con los hijos. Y minimizar los tiempos de ocio no supervisados por adultos.
Esto ya empieza a sonar fatal o incómodo ¿verdad? Si nos ponemos en nuestro ámbito en el que las cuadrillas de chavales campan a sus anchas hasta las tantas de la madrugada o se refugian en locales en los que los padres ni siquiera nos atrevemos a mirar y en los que algunos, además, se ocupan de abastecer de licores de 'calidad' sus armarios para que no consuman alcohol de garrafón..., pues está claro que esto es una entelequia. No lo es menos la política de confrontación con los hijos para que dejen los entornos de consumo. O escaparnos de la vagancia mental de ese pensamiento manido de «todos hemos sido jóvenes». Vamos demasiado cansados o estresados del trabajo a casa o al bar de abajo, o a la tasca del campo de fútbol donde entrenan los fines de semana. La tele, la cuadrilla, la vuelta obligada por el barrio o por el pueblo, las cenas o incluso sus propios cumpleaños en los que algunos nos pasamos de vueltas delante de ellos, consiguen que 'pasemos de ellos' incluso cuando no nos pasamos. Y, mejor no hablar de determinadas fiestas tradicionales en las que sin consumo habría muy pocos fiesteros, el paseo con los críos el fin de semana de bar en bar, ¿sigo? ¿De dónde, me pregunto, son o salen estos chavales que se ven a las 7 u 8 de la mañana por las calles de nuestros pueblos regresando como pueden a sus casas? ¿No tienen padres? ¿Tíos? ¿Abuelos? Son un suceso evanescente que se desvanece con el fin de semana para retornar el siguiente... ¿Nadie los ve llegar? ¿Ni en qué condiciones llegan? ¿Sigo?... ¡Qué juventud!
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