¿Existió Jesús de Nazaret?
Josemari Alemán Amundarain
Lunes, 15 de enero 2024, 01:00
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Josemari Alemán Amundarain
Lunes, 15 de enero 2024, 01:00
Hace como diez años, leí 'Las criadas de Caifás', una novela de Beatriz Becerra, en la que Mariam, una joven coetánea y amiga de Jesús, describe el momento en el que, el sumo sacerdote Caifás, para el que trabaja como criada, narra la condena a ... muerte por crucifixión, de un revoltoso y agitador de masas. Y lo hace como algo burocrático e irrelevante, a quien solo había acompañado media docena de mujeres. Era Jesús, su amigo de la infancia. Me sorprendió que la religión con más practicantes en el mundo (2.400 millones) tuviera unos comienzos tan prosaicos. Claro que lo de Beatriz era una novela, pero es que los investigadores apenas encuentran evidencia oficial de la existencia de Jesús fuera de los Evangelios canónicos y algunos gnósticos. Tampoco se conocen manuscritos suyos (Urantia cita unas tablitas, entre ellas una con el Padre Nuestro, pero aún no han sido descubiertas), y la ciencia no logra acreditar como Nazaret, ninguna de las 25 o 30 aldeas de las que tiene constancia en el territorio de Galilea de su época.
'La Fuente Q', no figura como texto independiente, pero está inserta en los Evangelios de Mateo y Lucas (y en el gnóstico de Tomás). La denominan el Quinto Evangelio, y tiene la datación más antigua (40/60 dC). Parece ser un escrito en griego (¿?), con dichos de Jesús, recopilados por alguien cercano a él (¿el discípulo Natanael?). Por otra parte, los 972 rollos de Qumran, descubiertos por unos pastores beduinos en 1947, cerca del mar Muerto, contienen documentos de diferentes épocas, entre otros, el libro de Enoc, y algunos contemporáneos a la vida de Jesús, pero no le citan.
Entre las fuentes no cristianas, el historiador judío-romano, del siglo I Flavio Josefo se refiere a Jesús en Antigüedades judías, como un hombre sabio que fue crucificado. También cita a su hermano Santiago y a Juan el Bautista. Los historiadores romanos Suetorio, Tácito y Plinio el Joven, hablan de un tal Chrestus y relatan la expulsión de Roma de unos judíos alborotadores que lo invocaban. Luciano de Samosata describe a un sofista crucificado. Parece ser que el paso de Jesús por la tierra solo dejó huella en Galilea y parte de Judea.
Abundan los textos apócrifos de todo tipo, origen y datación, mayoritariamente de los primeros siglos del cristianismo. Entre los gnósticos, los de la Natividad, los de La infancia, los Asuncionistas y otros; se tienen contabilizados más de cien. Algunos curiosos, de los que surgen los nombres de los tres magos de oriente, del buen y del mal ladrón, o las primeras notas sobre la virginidad perpetua de María (Protoevangelio de Santiago), o el descenso de Jesús a los infiernos (Evangelio de Bartolomé). En 1945 aparecieron en Egipto los manuscritos de Nag Hammadi, evangelios gnósticos traducidos al copto, entre los que destaca y sorprende el de Judas, a quien Jesús convierte en su mejor amigo y cómplice, y le convence para que le traicione y entregue a los judíos. Un anticuario los sacó ilegalmente del país, tras su descubrimiento. Cinco años más tarde salieron a la venta, en Nueva York por tres millones de dólares. Demasiado caro. En 2002 una fundación privada suiza los adquirió y los envió a National Geographic Society para su restauración y datación. Los documentos ya listos se presentaron en París el 2004 y, un año más tarde, se tradujeron al francés, al inglés y al alemán. Durante la Semana Santa de 2006 se presentaron, en formato documental, en su canal de televisión.
Si la figura de Jesús tuvo una relevancia muy local durante su existencia, su obra sí trascendió, y más durante los primeros siglos del cristianismo. Abundaron diferentes manuscritos en tono hagiográfico y varias propuestas filosófico-religioso-sincréticas, como el docetismo, el adopcionismo o el gnosticismo, que se colaron en la primera cristiandad hasta que fueron consideradas heréticas o inconvenientes. En el Concilio de Nicea, en el 325 dC quedó claro cuáles eran los textos que estaban incluidos en el Canon, y el teólogo egipcio San Atanasio de Alejandría lo ratificó en su Epístola Festiva 39 del 367dC.
El libro de Urantia surge de las reuniones de un grupo de científicos, convocados por el psiquiatra William Sadler entre los años 1922 y 1939 en Chicago. Seres celestiales revelan, a un paciente en trance, contenidos sobre Dios, el Universo y la vida de Jesús. Para unos es un tratado de filosofía, teología, cosmología y religión, para otros es pura ciencia ficción. Las tres primeras partes son muy densas y confusas, solo para muy interesados, pero la cuarta describe a un Jesús muy humano, consciente de su destino divino en la tierra, y que lo va cumpliendo según le permiten su formación y sus obligaciones familiares. Y se extiende generosamente en describir y desmenuzar su doctrina. Cubre los huecos biográficos del Nuevo Testamento, con actitudes y comportamientos coherentes con el relato bíblico. A mí me sirve para mi propósito. Continuará.
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