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Entramos en fechas 'tradicionales', por utilizar el manoseado adjetivo. Felicitaciones y deseos, ritos y celebraciones, condumios y dispendios, coros y danzas... todo apela a la tradición que, con sus tópicos y costumbrismos, asegura una conciencia de continuidad a la historia humana sin la cual podría ... convertirse en historia de locos (aunque a veces parezca que ya lo es; véase lo que sigue).
Antropólogos e historiadores hablan de «invención» de las tradiciones porque todas tienen acta de nacimiento y razón de ser para la comunidad que las crea. No es excepción el Camino de Santiago, tradición densa como pocas en sus consecuencias —históricas, espirituales, culturales, artísticas, turísticas, económicas e incluso deportivas—, surgida con la supuesta aparición de la tumba del apóstol en las remotas brumas de la Alta Edad Media, la 'inventio', como la propia Iglesia denominó en latín al descubrimiento galaico.
Sobre la historia de la 'Calle Mayor de Europa' trata un libro interesantísimo y magníficamente escrito por el arquitecto y docente donostiarra Ramón Ayerza Elizarain. Se abre con un dato que desconcierta: el apóstol que dizque predicó en Hispania y donde sus restos mortales redizque están enterrados, no fue objeto de culto aquí hasta bastantes siglos después de asentado el cristianismo. En busca de explicación, el autor va recomponiendo las vicisitudes del hallazgo de las reliquias en circunstancias legendarias, y no en cualquier sitio sino en el mismo donde hasta entonces se veneraba a un obispo decapitado por hereje, Prisciliano; el despegue del Camino al comienzo del segundo milenio, arañando fervores y caudales al primado arzobispal de Toledo; la desaparición más tarde de las sagradas mondas (amenazadas por piratas ingleses, las pusieron a buen recaudo pero luego olvidaron dónde), que coincidió con el declive de la ruta jacobea; y su apoteósico renacimiento al cabo de casi trescientos años, a finales del XIX. Con una importante coda: la Iglesia, siempre prudente, hoy ya no considera Compostela como santuario-relicario sino sencillamente lugar de 'memoria de Santiago'.
Ramón Ayerza cierra 'La creación del Camino de Santiago' animando a los lectores a recorrer la milenaria vía de peregrinación celta hacia el Finisterre, cuya magia no dejará de atraer a gentes de todas las latitudes y credos. Mientras tanto, «la ciencia debe seguir su laborioso avance. La fe, en cambio, ya está servida. A cada cual, lo suyo». Camino despejado, pues, para la tradición.
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