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En plena transición política, entre la agonía de la canción protesta y la epifanía de 'la movida', despuntaba un fenómeno musical y social terriblemente original. Un trío que con recursos austeros —teclados, guitarra española y batería— daba la vuelta a un género por entonces tan ... sospechoso como el flamenco vistiéndolo con galas de rock progresivo tipo King Crimson o Pink Floyd. Hicieron falta tres discos y cuatro años para que Triana, a contrapelo de la crítica que los ninguneó pero aupado por un público que buscaba cosas nuevas, tocara el cielo como nunca antes un grupo de rock español.
Recordamos el goloso reclamo de sus llamativas portadas con las que el pintor Máximo Moreno mostró las posibilidades artísticas del soporte elepé: en el primero, 'El patio', el típico corral sevillano antes de los pelotazos urbanísticos; la escalera del infierno por la que desciende un cortejo de franquistas en 'Hijos del agobio'; la vela trianera, emblema del combo, quemando la cubierta de 'Sombra y luz'. Y al pincharlo, el vinilo desgranaba ritmos callejeros cantados a la libertad, a las dudas del vivir, a la búsqueda de sí, a la difícil sencillez de las cosas como asimismo lo era su propia música siempre aromatizada de color y de vitalidad, más el halo de misterio envuelto en muchas de las letras de Jesús de la Rosa, líder, teclista y voz personalísima; enorme talento.
Triana creó escuela: se empezó a hablar de rock andaluz, un rock con raíces, serio, tenso y elaborado que acabaría siendo imitado con mayor o menor descaro por otros grupos y que, en su proyección, generó un movimiento de modernización de los sonidos tradicionales en los distintos pueblos de España. También aquí. En agosto de 1979 en el velódromo de Anoeta nos deleitaron a un público entusiasta aunque no numeroso. Preferiríamos hoy olvidar que cierta gentecilla patriótica fomentó el boicot a lo que llamaron «música para guardiaciviles»: con descerebrados de esta pasta teníamos que vérnoslas en aquellas calendas.
Cuatro años después regresaron para participar en la gala benéfica en favor de los damnificados por las inundaciones del verano de 1983. Terminaron su actuación con 'Abre la puerta', su primer aldabonazo ochos años antes. Con un «Muchas gracias, hasta siempre San Sebastián», sin saberlo, los Triana se despidieron definitivamente de los escenarios. Y de la vida misma Jesús de la Rosa Luque. De regreso, en Burgos, un accidente de carretera se lo llevó. Era el 14 de octubre de 1983; tenía 35 años.
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