Alguna vez se dijo que la biografía de Michael Jackson podría narrarse tomando su nariz como hilo conductor: desde el chatillo acomplejado por las crueles burlas de su padre, pasando por las sucesivas modificaciones rinoplásticas al ritmo de sus 'hits', y hasta la respingona de ... quita y pon no menos celebrada que la nariz de Cleopatra la cual, según Pascal, pudo cambiar la faz del mundo.

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De biografías musicales y de narizotas de pega va una polémica reciente que coincide en el tiempo con la exacerbación de susceptibilidades en torno al pueblo de Israel. Resulta que se ha estrenado en pantalla chica un filme sobre el compositor y director de orquesta Leonard Bernstein, 'Maestro', a cuyo protagonista, Bradley Cooper, para darle mayor parecido en la sala de maquillaje se le aplicó una prominente nariz artificial. Este detalle ha motivado denuncias de 'jewface' (cara de judío), procedimiento de caracterización de un actor con rasgos hebraicos mediante la clásica prótesis narigona, lo que se entiende como un acto racista.

Pero hete aquí que los tres hijos de Bernstein han emitido un juicio favorable a tal composición facial atestiguando que su padre, en efecto, acusaba «una bonita nariz grande», dicho con sus palabras. No ha sido suficiente, y el ruido en las redes continúa en torno a lo que para algunos es una forma de alimentar un cliché antisemita. Con tanto lío, puede que los espectadores de la película acaben más pendientes de los movimientos del apéndice nasal que de la batuta del genial compositor de 'West Side Story'.

Precisamente hoy en diversas regiones españolas se celebra al 'Hombre de las narices', tradición humorística que tiene como protagonista a un mítico personaje al que cada 1 de enero le brotan de pronto 365 narices (366 en año bisiesto), pero que a partir de esa fecha irá perdiendo, una a una, al ritmo de las hojas del calendario (vamos, de quita y pon, como las del llorado Jackson, pero en amplio surtido). De tal manera que al llegar al día 31 de diciembre ya puede dejarse ver por la calle sin que la gente se burle de él.

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A los niños se les incita en la fecha a que busquen a un hombre «con tantas narices como días tiene el año»; y es lo que esas almas de cántaro hacen saliendo a preguntar: «¿Has visto al hombre de las narices?». Pero, claro, cualquier menda con una sola nariz es sospechoso, con lo que la inocentada está servida.

En fin, una manera festiva de acabar el año 'hasta las narices'. Ojalá que el 2024 nos sea más propicio. Urte berri on!

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