Feliz cumpleaños, Humanidad
El oficio de vivir ·
En el plan de la Divina Providencia estaba inscrito que Eva y Adán, criaturas consustancialmente deseantes, morderían la manzanaSecciones
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El oficio de vivir ·
En el plan de la Divina Providencia estaba inscrito que Eva y Adán, criaturas consustancialmente deseantes, morderían la manzanaAteniéndonos a una curiosa cronología, el próximo martes, 25 de marzo, nuestra especie celebra su aniversario. Pues sería al alba de tal fecha cuando, a ... partir de una pella de barro, Dios creó a Adán y lo puso en el jardín del Edén. Esa misma tarde, a eso de las 3, mientras echaba la siesta, el Padre le extirpó una costilla con la que hizo a la mujer, Eva. En pelota picada y con buffet libre para gozar del paraíso terrenal, la primera pareja lo tenía todo para la felicidad, siempre que no se acercaran al árbol del conocimiento, el del Bien y el Mal.
Pasada una semana, la serpiente, «el más astuto de los seres creados», se apareció a Eva. Necesitó exactamente sesenta minutos, de 10 a 11 de la mañana, para convencerla de que probara el fruto prohibido. Una hora después, a mediodía, Adán se sumaba a la degustación. Ahí acabó la fiesta: por desobedecerle, el Creador nos condenó a una vida de trabajos que finalizará con nuestra muerte física. Cuando la puerta del Edén se cerró a sus espaldas eran exactamente las 4 de la tarde del 1 de abril, viernes, día de la semana en el que Cristo sería crucificado para la redención de aquel pecado original.
Esta detallada crónica del Génesis se recoge en un pintoresco libro titulado 'Historia sacra paradisi terrestris', de mediados del siglo XVII, cuyo autor, el jesuita siciliano Agostino Inveges, asegura haberse basado no en datos imaginados sino en un riguroso trabajo de documentación. Quién fuese el testigo que levantó acta notarial, hora a hora, de aquellos acontecimientos, es algo que nunca sabremos. Como tampoco acabamos de tener claro por qué 'nuestros padres', que supuestamente disfrutaban en plenitud de lo infinitamente Bueno, Bello y Verdadero, más allá de lo cual no hay satisfacción superable, pudieron ceder a la reptiliana tentación.
Quizá porque, en realidad, el Paraíso de Adán y Eva no era tal sino un sucedáneo de cartón piedra que no les llegaba a saciar, abriéndoles inconfesables apetitos de nuevos placeres. Por esa fisura se coló el maligno. Así las cosas, el mito de la Caída confirmaría que no nos basta con tenerlo 'todo' para que no echemos en falta nada: en tanto que seres incompletos, estamos permanentemente escindidos entre lo que somos y lo que queremos.
En suma, el que aquellas criaturas consustancialmente deseantes, y por ende abocadas a la frustración y al error, terminasen mordiendo la manzana, estaba inscrito en el plan de la Divina Providencia. El pecado original llevaba prefijada su fecha y hora.
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