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A pesar de disfrutar de un régimen de lluvias constante y suficiente, Gipuzkoa se enfrentaba a una carestía de agua crónica a consecuencia de la contaminación de los ríos por vertidos y a la sobrexplotación de los manantiales. En la década de 1950 se estimaba ... que 48 municipios donde residía casi la mitad de la población padecían déficit de ese bien fundamental. Una situación con graves consecuencias para la salud pública y medioambiental, y que amenazaba a su corazón económico, la industria. Por ello, la Diputación declaró como prioridad social el abastecimiento y el saneamiento de la red de aguas.
Se apostó entonces por la construcción en las cabeceras de los ríos de embalses para la recogida de las lluvias que desde los montes al mar se precipitaban sin provecho por los cortos y torrenciales cauces fluviales, asegurando de ese modo el suministro en los meses de estiaje. Esta fue, en esencia, la tarea encargada a los técnicos de Diputación.
José María Elósegui Amundarain, joven ingeniero donostiarra recién ingresado como funcionario por oposición, asumió la tarea de explorar las posibilidades de un territorio cuyo relieve y características lo hacían en principio poco apto para la regulación de sus ríos. Contra esta idea preconcebida, Elósegui vino a probar su perfecta viabilidad mediante represión del fluido y con trasvases de unas cuencas a otras, todo sin un coste económico inasumible. Apoyado en un conocimiento minucioso de la geografía guipuzcoana mil veces recorrida tanto por montaña como por valles, su estudio acreditó la existencia de emplazamientos suficientes para construir hasta cuarenta presas en el mejor de los casos que resolverían el problema para los veinticinco o incluso los cincuenta siguientes años, contando con que las previsiones demográficas apuntaban a que la provincia alcanzaría el millón doscientos mil habitantes antes de finales del siglo XX.
Hubo que esperar dos décadas para que comenzaran a ejecutarse los embalses que hoy garantizan que en Gipuzkoa no nos falte agua... siempre que llueva, claro. Elósegui proyectó, individualmente o en colaboración, tres de ellos (Urkulu, Arriaran e Ibiur) e intervino en la construcción de otros cuatro. Ello le valió el reconocimiento de sus colegas ingenieros como «motor y guía de las obras hidráulicas de su tierra».
En vísperas de su 96 cumpleaños, se publica un libro que recoge la trayectoria del también calificado como 'señor de las aguas'. Se presenta el próximo viernes en el Aquarium donostiarra.
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