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Meir Baruchin es un ciudadano israelí, profesor de Filosofía y de Educación Cívica en un instituto de Tel-Aviv. Cuando hace un año Hamas desató el horror asesinando a 1.200 de sus compatriotas y el Ejército de su país en represalia comenzó a bombardear ... masivamente la población gazatí, el docente publicó en Facebook dos breves textos acompañados de una fotografía de cadáveres de niños palestinos junto con la súplica «Paremos esta locura».
Viejo conocido de la policía por su militancia pacifista, el domicilio de Baruchin fue allanado en busca de pruebas de sus supuestas intenciones de «traicionar al Estado de Israel». Fue conducido a una prisión de alta seguridad en Jerusalén, aislado en una celda, amordazado de pies y manos al considerársele un «detenido peligroso», e interrogado durante cuatro días.
Cuando el profesor Baruchin salió en libertad sin cargos descubrió que había sido despedido de su trabajo. Recurrió contra la decisión y obtuvo el reingreso en el instituto. El día de su reincorporación, una comitiva de alumnos y padres le dio la 'bienvenida' con insultos y escupitajos; lo más amable que le dijeron fue «ojalá te salga un cáncer en cada parte del cuerpo». Apenas un puñado de colegas le dirigieron la palabra, y aun fueron menos los estudiantes que se sumaron a sus clases. Se encontró hablando ante un aula casi vacía. Salomónicamente, la dirección del centro determinó que en adelante no podría tener contacto directo con su alumnado y que las lecciones las impartiría mediante vídeos grabados y supervisados.
Todo esto nos causa perplejidad e indignación, especialmente al tratarse de un país al que en Occidente se defiende como a una democracia asediada por un haz de dictaduras fundamentalistas y terroristas. Pero ni lo uno ni lo otro es del todo cierto, tal como explicaba hace días el profesor Larrínaga en esta misma página. Sin embargo, en punto a derechos (al menos para sus ciudadanos judíos), Israel no es comparable con un Irán, una China o una Rusia donde los 'Baruchin' acaban asesinados o condenados a largas penas de cárcel.
Preocupado por el futuro de las jóvenes generaciones a las que se está inculcando odio y fanatismo, Baruchin quisiera que su ejemplo de resistencia en unos principios sirva como lección práctica de Educación Cívica. ¿No es esto lo que Aznar denomina «estar en el lado bueno de la historia»? Aunque para el expresidente ese lado siempre coincide, casualmente, con el más lucrativo. Lo que no es el caso del viejo profesor israelí.
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