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Que las coincidencias son algo más que casualidades, que están gobernadas por leyes naturales y morales a veces oscuras, a veces predecibles, es una creencia más extendida de lo que pensamos. Fíjense, por ejemplo, en lo que estos días ocurre en los pueblos valencianos afectados ... por la DANA adonde una avalancha de jugadores acude para comprar lotería de Navidad confiados en que la tragedia y la ruina traen parejas la suerte y la felicidad.
Hubo en la historia de la ciencia un personaje que buscó desentrañar los mecanismos de funcionamiento de esas concurrencias. Por qué dos cosas, en principio sin relación, se encuentran o por qué algo se repite en el tiempo o en el espacio sin una razón aparente. El biólogo Paul Kammerer hizo registro de centenares de coincidencias obtenidas en la observación cotidiana: sucesos sincrónicos, conversaciones escuchadas casi idénticas, fechas familiares fastas o nefastas, situaciones inesperadas y reiteradas, regularidades numéricas... Quiso probar que no son azares sin importancia y sí expresión de una ley escondida, la 'serialidad', que sería a la atracción de los fenómenos lo que la ley de Newton es a la atracción de los cuerpos.
Según la serialidad, el orden global y la armonía del mundo surgen de la combinación y de la recombinación de elementos de la misma naturaleza. Por eso la repetición y las coincidencias nos producen placer. La Viena del imperio austro-húngaro en la que vivió Kammerer asistía al nacimiento de unas artes decorativas basadas en la duplicación de motivos, de la música serial o dodecafónica, de la producción en serie donde la unicidad del trabajo artesanal se sustituyó por lo idéntico manufacturado que en cierto modo intentaba reproducir la continuidad y la variedad presentes en el universo (todas las nubes son iguales, pero también distintas).
El visionario Kammerer estaba convencido de que su descubrimiento de la serialidad acabaría transformando la vida humana. Nadie le hizo demasiado caso y su 'Libro de las Series' pasó desapercibido o se despachó como elucubraciones de un chiflado víctima de una ilusión cognitiva: quien busca coincidencias las encontrará por todas partes, pero eso no quiere decir que bajo lo casual ni bajo lo causal haya escondida ley alguna.
Perdido todo su crédito intelectual y sintiéndose fracasado, en 1926 se quitó la vida. Muchos años después, alguien le hizo un póstumo homenaje al constatar que «bien mirado, en este mundo las únicas cosas que son seguras son las coincidencias»
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