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Saber leer y escribir hoy nos parece común y muy corriente, lo cual es de celebrar teniendo en cuenta que hace ciento cincuenta años, en el decenio de 1870, solo un tercio de la población guipuzcoana estaba plenamente alfabetizada. En un territorio con población dispersa, ... de realidad diglósica y enseñanza monolingüe, el índice de analfabetismo rondaba el 65%, desigualmente repartido entre áreas rurales y urbanas.
En los usos de la buena convivencia estaba que los instruidos ayudaran a sus vecinos o familiares iletrados leyéndoles los documentos administrativos de su interés, las noticias y sucedidos o, por simple placer, historias y leyendas. Escuchar leer formaba parte de las prácticas cotidianas: en el campo a la hora del descanso, en los vivaques de los soldados, en el taller de las modistillas, en las cocinas colectivas, en las sobremesas... Entre la rica galería de personajes de 'El Quijote' encontramos a un ventero que, aun siendo analfabeto, conoce muchas novelas y relatos de caballerías por haberlos oído leer a su clientela con tanto placer, asegura, «que querría estar oyéndolos noches y días».
Estos detalles históricos vienen a propósito del estreno de una nueva y magnífica adaptación cinematográfica de 'El conde de Montecristo', personaje aventurero que da nombre al rey de los habanos. Y es que el vínculo entre la novela y el cigarro tiene su origen en las tabaquerías cubanas donde había costumbre de que un empleado con cierta cultura y buena prosodia leyera novelas en voz alta para entretenimiento de los torcedores durante sus largas y monótonas jornadas de trabajo. Se cuenta que la de Alejandro Dumas les causó tal fascinación que repitieron su lectura varias veces, y en su honor terminaron bautizando los puros con su epónimo. Tómese esto como prueba de que el tabaco mata, vale, pero también puede promover formas de inmortalidad literaria.
Pero a este hábito tampoco le han faltado detractores. En los estados del sur de EE UU, hasta mediados del siglo XIX se prohibía la lectura a los negros, tanto esclavos como emancipados. Y algo parecido sucedía entre nosotros con las mujeres. Porque la lectura libera, hace seres críticos y conscientes, socialmente menos manejables, algunos guías espirituales desaconsejaban que las muchachas tuvieran acceso a obras escritas salvo a las de oración o devoción.
Lo recordaba el maestro Manuel Vicent, «libro y libre tienen en latín la misma raíz. Lectura y libertad son pasiones que siempre acaban por encontrarse».
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