Entre los 46 Estados que conforman el Consejo de Europa, el español es uno de los que menos sentencias recibe por violación del Convenio Europeo de Derechos Humanos, y está considerado país modelo en la ejecución de las resoluciones. Aunque la situación se halle lejos ... de la ideal, el nivel de protección de los derechos esenciales aquí es elevado. Así lo afirmó la donostiarra María Elósegui el pasado día 17 en la entrega del Premio 'Enrique Ruano Casanova' otorgado al Tribunal Europeo de Derechos Humanos con sede en Estrasburgo por su labor de preservación y protección de la democracia parlamentaria plural y por la indivisibilidad y universalidad de los Derechos Humanos como valores europeos comunes.
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En el acto, celebrado en la Universidad Complutense de Madrid, la jueza del TEDH recordó a quien da nombre al premio, el estudiante de su facultad de Derecho Enrique Ruano, torturado, tiroteado y defenestrado en 1969 por agentes de la Brigada Político Social, la siniestra 'Gestapo franquista', que nunca fueron condenados y sí protegidos por, entre otras personalidades, el entonces ministro Manuel Fraga. Este asesinato, señaló Elósegui, ejemplifica la violación sistemática por parte del poder franquista de los derechos fundamentales.
Pese a esto, aún tenemos que escuchar ignominiosas proclamas como la que recién ha vomitado un diputado zarramplín al calificar la dictadura como «una etapa de reconstrucción, de progreso y de reconciliación», tres mentiras en una saludadas con aplausos por la bancada ultra. Vaya usted a hablarles sobre Derechos Humanos a toda esa patulea.
Porque reconstrucción, si la hubo, fue al precio de una corrupción endémica cuyos resabios llegan hasta nuestros días; el 'progreso' lo consiguieron, en el mejor de los casos, millones de españoles que se molieron a trabajar para salir adelante sin derechos laborales ni sociales; y la reconciliación es lo que siempre quiso impedir el régimen, perpetuando la división para su propio beneficio.
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El franquismo fue un conglomerado oportunista de jaques y matones de uniforme, vividores y aprovechados sin escrúpulos, fanáticos religiosos y meapilas, de cuyas filas acabaron desertando las personas decentes que pudiera haber habido en ellas (en expresión de Javier Muguerza). Los hijos de los vencidos, humillados, y los de los vencedores, abochornados, se encontraron en un común sentimiento de vergüenza. De ahí nació el tácito acuerdo de superar, pero sin olvidar, aquella tragedia y sus desastrosas consecuencias.
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