En no pocos domicilios cada tarde había doble sesión radiofónica, de oración y de confesión: a eso de las seis, rosario, y a las siete el consultorio de Elena Francis. Los misterios del primero podían ser gozosos, dolorosos o gloriosos, mientras que en el segundo ... predominaban los dolientes relacionados con problemas sentimentales y preocupaciones vitales. Cualquier persona de cierta edad recuerda aquel programa patrocinado por una firma cosmética que durante más de treinta años ejerció como troqueladora moral de una mujer sumisa y complaciente, del 'Ángel del Hogar'.

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Especie de madre protectora, piadosa, sensata, culta, con exquisito gusto y sentido de la moda, Elena Francis fue el personaje más popular de la radio española del franquismo. Con la misma fe y esperanza con que se peregrinaba a Lourdes o Fátima, algunas mujeres se presentaban en el Instituto de Belleza Francis de Barcelona para conocerla (ignoraban que su voz era solo el disfraz de un equipo de hombres encargado de seleccionar y redactar las respuestas). Lamentando que su idolatrada no pudiera recibirlas, el personal les ofrecía una depilación o una limpieza de cutis con 'crema a la cera de plumas de cisne'.

La concepción que de la mujer proyectaba el consultorio era deplorable. Ante agresiones sexuales y malos tratos, el ectoplasmático personaje apelaba a la servidumbre voluntaria («no abandone a su marido, hijita, es su obligación»); frente a las infidelidades, «callar, ceder y sonreír», rezar a la Virgen de los Dolores y tomar algún preparado para los nervios. Las confesiones de sirvientas acosadas o incluso agredidas por los señoritos obtenían una respuesta no menos ruin: dado que las clases acomodadas eran clientes principales de los productos Francis, nunca se les dirigió el menor reproche; que la 'chacha' cambiara de aires. En cuanto a los hombres, aparecíamos como irresponsables y nada fiables habiendo sexo por medio, víctimas propiciatorias para 'lagartas' tentadoras.

Desde el 8-M puede verse en RTVE Play un buen documental con desafortunado título, 'Elena Francis, la primera influencer'. Su guion bebe fundamentalmente de la obra de referencia publicada hace algunos años por A. Balsebre y R. Fontova a partir de más de un millón de cartas de oyentes y de las respuestas conservadas aunque la mayoría nunca emitidas. Epítome de la miseria cultural, la represión sexual y la alienación femenina durante la dictadura a través de un consultorio radiofónico erigido en poderosa arma ideológica.

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