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Entonces, ¿la Tierra es plana como un plato de sopa? Si hacemos caso a las encuestas, no pocos lo creen así; y algo peor: en ... Estados Unidos los terraplanistas empiezan a hacerse notar desde la base a la dirigencia del viejo Partido Republicano. Conocemos sus pampiroladas: es que lo dice la Biblia; por algo se llama 'planeta' y no 'redondeta'; ni las carreteras ni los mares pingan hacia arriba o abajo; 'el Gobierno' nos engaña. Y el argumento de autoridad definitivo: hay muchas páginas en internet que lo demuestran.
En la Grecia de tiempos de Platón y Aristóteles, como los pobres no tenían ni YouTube no les quedó otra que deducir la forma del planeta a partir de la observación de los eclipses y de lo que contaban navegantes como Piteas quien probó su redondez midiendo en diferentes latitudes terrestres la longitud de las sombras que proyectaba un bastón vertical (gnomon). Heredera de la ciencia antigua, la Edad Media nunca fue terraplanista por más que algunos hayan hecho caricatura de una edad oscura, ignorante o dogmática en que toda la sociedad europea, sometida por la Iglesia, lo creería así. Prejuicio antimedievalista con origen en los intelectuales del Renacimiento y que recaló en la Edad Contemporánea por culpa de Voltaire.
En su obsesión anticlerical, el ilustrado francés quiso demostrar que la Iglesia condenaba como hereje a quien defendiese la esfericidad del mundo. Para ello, arteramente, convirtió en doctrina lo que había escrito el único Padre de la Iglesia que sostuvo tal aberración, Lactancio, y fabricó la leyenda de que Cristóbal Colón tuvo que enfrentarse a los dignatarios eclesiásticos para convencerles de la redondez terrestre y la posibilidad de circunnavegarla. La patraña volteriana cayó en gracia en el Romanticismo a través de autores como Jules Michelet y Washington Irving, y entró de rebote en los libros de historia y en los manuales escolares de los siglos XIX y XX.
Por el contrario, un relato sencillo, divulgativo y riguroso sobre el pensamiento de la Edad Media y el esfuerzo de sus hombres y mujeres por comprender la realidad física y espiritual, el combate entre razón y fe, superstición y ciencia, lo encontramos en una publicación reciente: 'Filosofía medieval' (ed. Pinolia). Desde san Agustín (artífice del pecado original) hasta Guillermo de Ockham (el de la navaja), en breves capítulos se nos invita a recorrer la aventura de diez siglos de conocimiento.
Recomendable excepto para 'planistas', tanto de Tierra como de encefalograma.
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