Italia es un laboratorio donde germinan fórmulas políticas con efectos replicantes en otros países. Mussolini precedió a Hitler y a Franco; Berlusconi prefiguró a Trump; el Movimiento 5 Estrellas ha dado origen a distintas formaciones 'anticasta'. Y no es descartable que en las inminentes elecciones ... el populismo se imponga desbaratando el tablero institucional que desde la segunda posguerra mundial se sostiene sobre el trípode derecha-centro-izquierda. Con imprevisibles consecuencias transnacionales.
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En materia de populismo, Italia va por delante desde que en los años noventa irrumpiera la Liga Norte, partido independentista que negaba la existencia de Italia como nación y proponía levantar una frontera que protegiera al rico, laborioso y culto norte de los destripaterrones del sur. En la pasada década, la Liga reorientó su estrategia para proyectarse a escala de todo el país para lo que procedió a mutar el objeto de su odio, del 'terrone' meridional al inmigrado extracomunitario. El enemigo sigue siendo el Otro, solo que con nuevos rasgos.
El principal artífice de la operación que llevó a la Liga a ganar las últimas elecciones europeas se llama Mateo Salvini, gran admirador de Putin y espejo para toda la hez populista. Sin estudios ni pasado laboral, es un producto televisivo que atrae audiencias con un eficaz estilo irreverente y provocador fundado en el 'hablar franco' y despectivo hacia la clase política tradicional. Heredero demagógico de Silvio Berlusconi, su ideología (por llamarlo de alguna manera) se basa en los antagonismos nosotros/ellos: entre italianos e inmigrados, entre la gente honesta y los 'professoroni' (intelectuales, científicos, periodistas), entre el pueblo y los progres vividores. Para amortiguar la violencia de sus discursos se pertrecha de crucifijos y rosarios, y atempera el escalofrío de algunas de sus propuestas (como dejar que los simpapeles se ahoguen en el Mediterráneo) bromeando con que «la politica es un juego, hay que saber divertirse».
Lo que hace de Salvini (y de Giorgia Meloni, su rival en la ultraderecha) alguien temible es la explotación del racismo y de la inseguridad que reclamaría un liderazgo providencial que cierre el país en torno a una identidad excluyente. Miedo, desintegración de lazos sociales, odio al diferente: señas del viejo fascismo sobre las que fermenta una forma de (anti)política que amenaza al equilibrio europeo. Si la política es un juego, como dice Salvini, en su caso lo es del género siniestro.
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