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La renuncia de Andoni Ortuzar a concurrir a la elección del presidente del EBB en segunda vuelta genera infinidad de incógnitas respecto al futuro del PNV. Empezando por los motivos que le han llevado a adoptar tal decisión. En su carta de ayer expuso como ... razón última que «el riesgo de división en el seno del Partido sería alto y una irresponsabilidad» en el caso de que confrontase con Aitor Esteban. Aunque previamente señalaba haber obtenido en la primera vuelta «tantos apoyos como la suma del resto de propuestas juntas». Lo que, en términos de responsabilidad respecto a la cohesión interna, interpelaría más a Esteban que a Ortuzar a la hora de ceder el paso. La llamada del todavía presidente del EBB a la unidad y a participar «con más ahínco» en la segunda vuelta, dirigida a sus partidarios, no solo subraya el «riesgo de división» advertido por Ortuzar. Sugiere que la segura victoria del que ha quedado segundo en la primera vuelta –Aitor Esteban– corre el peligro de resultar pírrica. Cuando –es de suponer que por 'respeto a la militancia'– Ortuzar eludió respaldar a Esteban.
Ortuzar se despidió con agradecimientos. Pero una renuncia así conlleva, inevitablemente, su correspondiente dosis de despecho hacia quienes no le indicaron nada en contrario antes de que el 18 de enero hiciese pública su disposición a postularse para la reelección, y luego propiciaron que se viera un tanto fuera de juego. Al indicar que «ha surgido otra candidatura con la suficiente ambición para asumir la presidencia del EBB», muy probablemente de manera involuntaria, Ortuzar hizo mención a una actitud prohibida en la cultura interna jeltzale. Nadie está legitimado para ambicionar nada en un partido acostumbrado a que quien aspira a algo no tiene más remedio que esperar a que se le requiera. Esteban ha pasado de ser el nombre que circulaba por si Ortuzar optase desde un principio por no presentarse a la reelección a apearle de cara a la segunda vuelta.
El lehendakari Imanol Pradales pareció recibir la noticia de la retirada de Ortuzar como garantía de «que el partido salga fuerte y unido» del proceso interno. Esteban no tendrá que enfrentarse a la división, ni siquiera como un riesgo remoto, tras la renuncia también de Markel Olano. Pero se enfrentará al escepticismo que se adivina en la bajísima participación de las bases del partido. Aunque en su nota pública de ayer quiso darle un valor diferencial a esa faceta del PNV respecto a otras formaciones.
Su virtual designación se debe al voto de unas bases desactivadas, como lo hubiera sido la de Ortuzar. El escepticismo afecta a los afiliados de todos los partidos. En el caso de los jeltzales pesa el desgaste de una formación que lleva casi cincuenta años al frente de las instituciones vascas tras el restablecimiento de la democracia. Lo que afecta a la relación entre los dirigentes del partido y sus representantes institucionales, poniendo a prueba un régimen de incompatibilidades contranatura cuando los primeros no se presentan a las elecciones y se mantienen a distancia de gobernar la complejidad. Junto a una afiliación escéptica, es a esto último a lo que tendrá que enfrentarse Esteban.
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