En este largo sábado
El oficio de vivir ·
Nunca el futuro asomó tan opaco y atenazador como tras el desmoronamiento del mito del ProgresoSecciones
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El oficio de vivir ·
Nunca el futuro asomó tan opaco y atenazador como tras el desmoronamiento del mito del ProgresoNada más subir al trono, los faraones de Egipto acometían la construcción de sus tumbas a fin de tenerlas finalizadas a su muerte. Al poner la primera piedra de una catedral medieval, se daba por hecho que habrían de pasar varias generaciones antes de su ... consagración. Jean-Baptiste Colbert, ministro de Finanzas de Luis XIV de Francia, ordenó en 1669 la plantación masiva de robles en los dominios reales con los que proveer de buena madera a la armada para hacer barcos que se botarían... ¡en el siglo XX!, ya que el desarrollo de un buen roble tarda unos 300 años.
Da que pensar que a aquellas sociedades profesantes de un respeto reverencial hacia sus ancestros e inspiradas por tradiciones y viejas costumbres, no les faltara cuajo para emprender con total naturalidad proyectos que trascendían al estrecho marco temporal de sus vida. No es el caso, desde luego, en este presente sin espesor aplanado por el rendimiento instantáneo, el cortoplacismo ansiógeno, la miopía histórica.
Mirando atrás, al contemporáneo el pasado se le revela bárbaro y pobre, supersticioso y errático, poblado por gente insensible cuando no insensata. Si de algo sirve será de contraejemplo. Pues solo admitiríamos conmemorar un hecho que represente la paz, la fraternidad y la igualdad entre los pueblos, cosa que jamás se dio, y únicamente será ensalzable el personaje histórico que encarne cabalmente nuestros valores (derechos humanos, democracia, pacifismo, igualdad radical entre mujeres y hombres), o sea, un tipo anacrónico.
No es menos paradójica nuestra actitud ante al futuro. Por un lado, no vivimos sino en él y para él: las páginas de actualidad nos llegan trufadas de pronósticos, previsiones, prospectivas, premoniciones, profecías científicas... Pero, por otro lado, nunca el futuro asomó tan opaco y atenazador como tras el desmoronamiento del mito del Progreso. De ahí ese impotente esfuerzo por conocer, anticipar, agarrarnos a un porvenir en cuyo horizonte no alcanzamos a proyectarnos.
Usando como metáfora el esquema temporal de la Pasión, entre el viernes y el domingo, el imprescindible George Steiner definía nuestra época como 'un largo sábado', el momento crítico en que se hace noche y domina la incertidumbre; entre la tragedia de la disolución y la esperanza de la resurrección: «El sábado desconocido, de la espera sin garantía, es el sábado de nuestra historia». Desorientados en el presente, desdeñosos del pasado, angustiados ante el futuro. Así es esta larga y sombría sabatina.
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