Llamadme Napoleón
El oficio de vivir ·
No hay personaje histórico más imitado por los orates en los dos siglos transcurridos desde su fallecimiento en mayo de 1821Secciones
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El oficio de vivir ·
No hay personaje histórico más imitado por los orates en los dos siglos transcurridos desde su fallecimiento en mayo de 1821Alguien enfundado en una levita y tocado con bicornio, la mano entre la botonadura y la mirada perdida en un horizonte de gloria: cabal retrato de Napoleón Bonaparte e imagen estereotipada del delirio de grandeza; de ida de olla, vamos. No hay personaje histórico más ... imitado por los orates en los dos siglos transcurridos desde su fallecimiento en mayo de 1821. En un manicomio de París se llegaron a contabilizar hasta 14 pacientes que aseguraban ser su reencarnación. Y hace tan solo unos meses, el historiador ruso Oleg Sokolov, reputadísimo especialista y hombre obsesionado con Napoleón, tras asesinar y descuartizar a su joven amante, decidió suicidarse arrojándose al río Neva vestido como su héroe.
Por qué la megalomanía se asocia a la figura del corso es cuestión bastante estudiada. Parece que tiene tanto que ver con esas características externas del avatar, fácilmente reproducibles, como con su inestable temperamento: los trasuntos napoleónicos no necesitan justificaciones para despacharse con explosiones de cólera y gestos despóticos, caprichosos o desafiantes ante toda forma autoridad. A ello se añade la biografía del soldado bajito, nacido en un medio modesto en una época donde los títulos de sangre contaban más que los méritos, que logró escalar a lo más alto y convertirse en figura universal.
Se crearon falsas genealogías y paralelismos que lo identificaban con Julio Cesar, Alejandro Magno, Carlomagno, además de con la destronada realeza. Por si quedaran dudas, casó en segundas nupcias con María Luisa de Austria para así emparentar con los monarcas guillotinados. En fin, hay que tener el ego desatado para autocoronarse emperador en presencia del papa Pío VII al que trasladó a París solo para que pronunciara cuatro palabras: «Vivat imperator in aeternum!». Mirándose en ese espejo, cualquier monomaníaco podría soñarse un destino fuera de lo común.
Napoleón simboliza una forma de locura específica, la 'hubris' de la tradición griega, desmesura de los nublados por un poder que creen sin límites. «La política es jugar a los hombres», afirmaba el dictador. Hoy lo vemos en personas que, aun sin lucir medallas ni adoptar la pose de la mano en el pecho, resultan como su mímesis. En cualquier ámbito encontraremos ejemplos de tipos/tipas que, llevadas por su egolatría, se creen en el derecho de dominar, mortificar, abusar, aplastar a sus semejantes. Gente, por desgracia, cada vez más abundante en esta época psicopatológica. El desvarío se lleva mucho.
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