Entre las muchas cosas sustanciosas que uno aprende a lo largo de la lectura de 'Publisher', de Richard Charkin, editor que fue entre otras de Oxford University Press y de Bloomsbury –la editorial de Harry Potter–, destaca que los libros más rentables que existen son ... los de enseñanza de inglés para extranjeros. Lo atestigua el autor con una de las mil anécdotas deliciosamente británicas que sazonan el libro. Un cliente suyo, libanés, que los compraba por miles, pasó de pronto a comprarlos por muchos miles más, hasta que lo detuvieron. Entonces se supo que era un traficante de armas, que empezó adquiriendo los libros para que fueran en la parte superior de las cajas, tapando los AK-47, y que, al ver el beneficio que le daban, superior al de los fusiles, decidió dedicarse a su distribución, mientras pudo hacerlo.

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Fuera de ahí, y de unos pocos éxitos que nadie sabe a priori cómo y por qué se producen, según admite con loable honradez Charkin, el negocio consistente en editar, fabricar y tratar de despachar un libro es en la mayoría de los casos una empresa azarosa de rendimiento modesto, cuando no traspasa la delgada línea que la separa del descalabro. En el curso de su medio siglo como editor, Charkin ha vivido la transformación de la industria editorial desde un tiempo sin ordenadores hasta la era digital y desde unas oficinas donde las mujeres sólo eran secretarias o subalternas hasta un sector donde la feminización se deja sentir, cuando no predomina, en todos los niveles del escalafón.

Charkin ha combatido en todos los frentes. Su carrera ha pasado por editoriales más o menos independientes, por grandes conglomerados regidos por magnates como Maxwell, de quien fue empleado un tiempo, y por esa rancia edición universitaria dirigida por profesores oxonienses que tenía su propia fábrica de papel y que ayudó a conducir al siglo XXI y al nuevo paradigma de publicaciones científicas. Acompañarlo en este recorrido es sumergirse en los entresijos de la edición como instrumento de entretenimiento y de conocimiento, esa doble labor que hasta aquí se encomendaba a humanos con talento y sensibilidad y que en adelante podría caer en manos de máquinas entrenadas por desaprensivos y megalómanos. El futuro de la edición, dice Charkin, pasa por la impresión digital y bajo demanda y los acuerdos más estrictos con librerías, para reducir devoluciones y destrucciones. No está de más escuchar a quien sabe. Mientras haya libros, nos quedará un refugio frente a la ciberesclavitud.

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