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Con tinta vertida de su pluma tan fluente, aquel gran escritor que fue Ramón Pérez de Ayala (1880-1962), en uno de sus tres breves ... relatos –llamados por él poemáticos–, en el titulado 'Luz de Domingo', una historia de sensibilidad extrema ante la crueldad caciquil del amo del pueblo, supo sacar partido luminoso a dicha historia. Lo dicho: fue una crudelísima estampa de violencia sexual victimando a una pareja enamorada cabe el río y la saña refinada del cacique servido en palmitas por su fiel espolique, pero en su esencia, muy por encima aún de la denuncia del caso de tanto ensañamiento de lo que la narración venía a contar, era de los cambios de tintura de los tiempos varios, de cómo «el sol entre semana parece que está mirando a la tierra; pero mira mucho más lejos. Acaso cada día mira a un planeta distinto. Para el resto de los planetas es una mirada vacía, sin alma. Pero el domingo el sol mira a la tierra, su mirada se mete por los poros de la tierra, la baña de luz, y todo se estremece», de manera que nos diéramos cuenta de que es otra luz distinta, algo que se sale de la percepción habitual, y lo presenta de parecida manera a como Gabriel Miró supo desarrollar, en otro muy bello texto, otra especie de magia narrativa para la luz y el ámbito de un día del Corpus, pueblo y fe y costumbres en fechas señalables y luz muy suya por distinta.

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