Cuando se alcance la inmunidad de rebaño, una sociedad fatigada se medirá con una clase política gobernante crecida en el estado de alarma. El 4 de mayo en Madrid será un adelanto.
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El 2020 continuará hasta otoño de 2021. Los gestores políticos seguirán alegando que ... han tenido que enfrentarse a una crisis sin precedentes en un siglo. Apuntándose a una cierta épica porque no se habían postulado para los cargos que desempeñan a sabiendas de que pudiese ocurrir algo así. Insistiendo en que en España y en Euskadi se han adoptado medidas semejantes a los países de nuestro entorno. La única autocrítica expresa que se ha oído hasta hoy fue la de Pedro Sánchez, admitiendo haber errado al tratar de salvar la Navidad provocando la tercera ola.
El decreto del estado de alarma condujo a una dilución de responsabilidades. La culpa fue y sigue siendo del coronavirus, y se empleó un lenguaje bélico contra él en la primera ola. Las decisiones obedecen a criterios científicos y técnicos que nunca se detallan y tras las que la política escuda sus otros intereses. Los fallecimientos tienden a imputarse a la fatalidad en una estadística difusa. Las carencias en rastreadores, Atención Primaria, capacidad hospitalaria y recursos humanos y materiales se explican por la excepcionalidad del momento, y no por fallas estructurales, presupuestarias, previas. La pronta aparición de las primeras vacunas tampoco ha podido disimular una campaña al ralentí, que el Gobierno central atribuye a Bruselas porque no se entregan las dosis contratadas, y a las autonomías porque no administran inmediatamente las que reciben. Aunque resulte desconcertante que, en nombre de una «estrategia dinámica», no haya un criterio de prelación en cuanto a los grupos a vacunar.
Las autonomías fueron ninguneadas en el ascenso de la primera ola, 'delegadas' para su desescalada y durante la segunda ola, señaladas entre Navidad y la tercera, y emplazadas al acuerdo ante la Semana Santa y los riesgos de una cuarta ola. Ha sido el año del 'Gobierno de España' Nunca antes los responsables del Ejecutivo central se habían identificado tan insistentemente con esa categoría. La 'cogobernanza' fue un hallazgo retórico que se disipa como la 'nueva normalidad'. Mientras la disyuntiva entre salud y economía se refiere, en realidad, a la encrucijada entre salud con más deuda y déficit público o relajación en las restricciones para ahorrarnos ayudas. Algo que atañe al conjunto de las administraciones y de los ciudadanos.
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Es probable que para muchos vascos las malas noticias de la pandemia se den en otras comunidades autónomas. Según el Sociómetro, el 46% considera que el sistema sanitario vasco responde mejor que el de las otras comunidades, y el 41% piensa que igual. La autosatisfacción es un rasgo identitario perenne. Pero nuestro particular oasis no explica por qué Euskadi ha permanecido durante todo el año entre las autonomías con mayor incidencia epidémica, y hoy se encuentra a la cola de la vacunación.
En el último pleno parlamentario el lehendakari Urkullu interpeló a la oposición porque, a su parecer, no había cambiado «de actitud». La mayoría absoluta PNV-PSE ha olvidado la abstención desafecta de los comicios del pasado 12 de julio. Cuando se alcance la inmunidad de rebaño, una sociedad fatigada se medirá con una clase política gobernante crecida en el estado de alarma. El 4 de mayo en Madrid será un adelanto.
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