Luis Irizar, lección de vida
El oficio de vivir ·
Su gran vocación, profesada con inmensa generosidad, fue enseñar, transmitir, formar...Secciones
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El oficio de vivir ·
Su gran vocación, profesada con inmensa generosidad, fue enseñar, transmitir, formar...Al chaval recién salido del seminario le tentaba la repostería por lo que tiene de creativa, pero ese oficio le obligaría a subir y bajar de la casa familiar de Igueldo a horas intempestivas, cosa inadecuada para un mozo de 15 años. Mejor que empezara ... como pinche en las cocinas del hotel María Cristina, y luego ya se vería. Tiempos de posguerra en que había que trabajar duro, meter todas las horas del mundo y soportar a jefes de palo y de botella. Pero el chico entró con buen pie y lo que empezó como tanteo se convirtió en definitivo.
Movido por un permanente afán de superación, de aprendizaje y mejora, fue escalando en el oficio. Primero en San Sebastián (Monte Igueldo, Azaldegui), luego en Madrid (Jockey) y, tras diversas peripecias, París, el sueño de todo cocinero. Un par de temporadas en establecimientos de postín le cercioraron de sus capacidades. Casó con Virginia, empezaron a llegar las niñas, pero al tiempo el país se le fue quedando pequeño. Sin saber palabra de inglés se plantó en las islas. Un 'culo inquieto', se reconocía.
En el Hilton de Londres, todo un leviatán hotelero, descubrieron que no solo habían contratado a un magnífico jefe de cocina sino además a un hombre con hechuras de maestro. Así se iniciaría en su gran vocación: enseñar, transmitir, formar... Vocación que ha profesado con inmensa generosidad, sacrificando no solo esfuerzos sino tiempo libre y hasta dinero. Y, en paralelo con esa pasión por el magisterio, un cabal sentido de la justicia. En Madrid, al frente del hotel Alcalá y su restaurante Basque, le tacharon de 'comunista' (¡en pleno franquismo!) por defender y aplicar que las propinas se repartieran equitativamente entre todos los empleados. «Socialmente estamos robando dinero», soltó ante la plana mayor de los patrones. Acabó imponiéndose.
Creo que cuantos desde una posición u otra amistamos, aprendimos o trabajamos con Luis Irizar Zamora compartimos hoy, junto a la punzada por su pérdida, un profundo agradecimiento a quien nos hizo mejores. A un hombre de pies a cabeza, un caballero 'elegante' en el sentido literal de la palabra: sabía elegir. Cualidad fundamental para su oficio, sí, pero sobre todo cualidad ética.
Al afrontar con toda serenidad la última curva del camino me confesaba que, si la vida tuviera una segunda vuelta, volvería a enfundarse el gorro y el delantal. Ojalá. Mientras tanto, en espera de que la rueda del tiempo en su retorno nos sorprenda con la posibilidad del reencuentro, Luis vivirá en nosotros.
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